miércoles, 21 de diciembre de 2022

La ciudad de Málaga

Que bien lo pasamos recorriendo las calles de Málaga. Es una ciudad preciosa, llena de azules y verdes, a pesar de que era invierno. Supongo que en verano será incluso brillante.

Alberga un montón de museos la mar de interesantes, pero las fieras alegaron que ya habían tenido suficiente con visitar el Castillo y la Alcazaba y se negaron a meterse en ninguno, para enorme desilusión de sus progenitores.

Con tal panorama, nos tuvimos que conformar con dar una largo paseo y admirar sus preciosos edificios y sus parques, rebosantes de palmeras y naranjos.

En realidad, los niños tenían muy claro su objetivo: la playa urbana. Tras un corto trayecto por el paseo marítimo bajaron como locos a la arena preguntando si se podían bañar. ¡¿Estamos locos?! La temperatura era agradable, sí. Pero un baño era resfriado seguro. 

Por supuesto nos negamos en redondo bajo pena de castigo. Que los conocemos y las palabras amables son ignoradas sistemáticamente.

Aún así no perdieron la oportunidad de jugársela jugando a tentar la suerte con las olas de la orilla. Se lo estaban pasando tan bien que los dejamos hacer. 

Si les pillaba la ola simplemente nos iríamos un poco más temprano de lo previsto y la felicidad que estaban sintiendo en ese momento bine valía el precio.

Afortunadamente, fueron más hábiles que el mar y la cosa quedó en victoria para ellos y los pies secos. Eso sí, el océano es muy rencoroso y se vengó poco después atrapándonos a todos en unas inesperadas arenas movedizas muy muy húmedas. Huimos de ahí entre risas y con las playeras llenas de agua y arena.

Ahora sí que tocaba volver al camping a cambiarse, pero que nos quiten los bailado.







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