sábado, 9 de febrero de 2013

La gran fiesta de carnaval

Por la tarde pasé a recoger a mi pequeño pingüino. Las profesoras aseguraban cuando crucé la puerta que los bebés acusaban el cansancio de la semana y que no habían tenido ganas ni de fiestas ni de fotos. Desde luego, mi pequeñín no seguía esta norma porque lo encontré pegando brincos mientras acortaba las distancias entre él y su mami.

Le puse en el carrito con grandes esfuerzos, últimamente le ha cogido asco a su medio de locomoción, y puse rumbo al colegio del mayor. Allí me reuní con mi ranita Tana particular. Cómo me había presentado voluntaria para ayudar a mantener el orden durante el pasacalles que se realizaría más tarde, corrí a reunirme con las organizadoras en la biblioteca. Mi hijo mayor se quedó con la abuela de una amiguita suya porque se lo estaba pasando pipa con ella. Mi bebé no paró quieto ni un segundo durante la reunión para divertimento del resto de los voluntarios. Nos pusimos nuestros chalecos reflectantes y nos repartimos los puestos para avanzar con la comitiva. Allí mismo nos repartieron los tickets para intercambiar por chocolate con bizcochos (Ocho gratis si eras del Ampa).

Antes de empezar a seguir a la charanga por la calle me dio tiempo a pintar a un amiguito de Daniel de tiburón y a mi chiquitín de Spiderman (¡Que raro!). A partir de ahí se convirtió en la Rana Tana disfrazada de Spiderman. Cuando el dispositivo policial cortó la calle del colegio salimos tras la charanga. Nos seguía una barredora que hizo las delicias de mi primogénito. El recorrido era muy corto, pero suficiente para los niños. En el pasacalles vimos a Ironman, Batman, Mario y Luigi Bros, Eduardo Manostijeras, raperas, princesas a millones, hadas por cientos, un angry bird... Algunos de los disfraces eran de lo más originales y trabajados.

A la vuelta me puse en la interminable cola para coger los chocolates. Intenté convencer a Daniel de que nos lo tomarámos en casa sin colas ni esperas, pero el peque estaba empeñado en quedarse a la fiesta hasta el final. Mientras pasaba un frío de mil demonios en espera de la anhelada taza de chocolate llegó Raúl. Se lo agradecí en el alma porque se llevó a los peques al gimnasio donde estaba la fiesta en plena marcha. Mientras tanto yo me congelada, eso sí, con buena conversación con los padres que me rodeaban. Por fin me hice con mis tesoros calentito y me reuní con la familia. Iván estaba bailando muy animado, pero en cuanto me vio se empeñó en bailar pegado... a su mami. Y si era en brazos mejor. Daniel, en cambio, se olvidó de que estaban allí papá y mamá y se dedicó a saltar de colchoneta en colchoneta con sus amiguitos. Todo a ritmo de la charanga carnavalera. A las siete se tocó la última canción y fue el momento de irse a casa. Mis hijos estaban  agotados. Tanto que no opusieron ningunas resistencia a la hora de irse a la cama.

Desde luego, en este cole hacen unas fiestas estupendas.

4 comentarios:

  1. Ni lo dudes, siempre estás de actividad en actividad. Vaya marcha tienes nena! Felicidades por los disfraces y la felicidad de tus peques. Besotes

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  2. Ya te digo que bien lo pasaís. En mi cole también se hacen muchas actividades, que tiempos aquellos!!

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  3. estas fiestas infantiles de disfraces son la bomba!mi hija este año ha ido a 2 le encantan!que piguino tan lindo !!

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  4. Qué agotamiento... En el cole de tus niños les encanta la fiesta, por lo que veo... Besotes!!!

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