El segundo día de nuestra estancia nos acercamos al pueblo de al lado, Villatoya, a pesar de las protestas de nuestro hijo mayor, que no quería abandonar las cabañas. La población era muy pequeñita y con poquísimos habitantes. En la oficina de turismo nos indicaron como ir a un mirador al lado del río Cabriel, que nos pareció precioso y muy bien cuidado, y un paseo muy facilón para hacer con los peques.
Los chiquitines se lo pasaron bomba cogiendo flores, corriendo de aquí para allá y explorando el pinar, pero no tardaron mucho en dar muestras de cansancio, así que antes de las doce estábamos de nuevo en nuestra cabaña para disfrutar de los tesoros infantiles.
El tercer día se nos ocurrió la brillante idea de acercarnos al Parque Natural Las Hoces de Cabriel. Craso error. La carretera era un cúmulo de curvas y más curvas. El paisaje era precioso, pero no había opción de apearse y caminar porque todo eran fincas privadas o cotos privados de caza y cualquiera se arriesga a que le alcance un perdigón perdido. Cuando ya llevábamos tres cuartos de hora de camino Daniel vomitó. No nos había dicho nada y no nos dimos cuenta de que se estaba mareando. Aparcamos en la puerta de una de las fincas para limpiar el desaguisado y allí encontramos a alguien que nos indicó que la parte transitable del Parque Natural estaba todavía al menos a media hora. Desalentados y con Daniel clamando por la piscina, decidimos dar media vuelta y desistir.
Iván se había quedado dormido. Cruzamos los dedos para que aguantara todo el camino de vuelta, pero a los pocos minutos se despertó berreando y vomitó también. Segunda parada técnica para arreglar el desastre. El olor no ha desaparecido todavía a pesar de las concienzudas friegas que le dio Raúl a la zona afectada. El coche necesita una limpieza en profundidad urgente.
En cuanto llegamos a las cabañas tumbamos a dormir el bebé que se había quedado frito tras liberar a su estómago de lo que le molestaba. Mientras, el mayor corrió raudo y veloz a disfrutar de los columpios. Tras la sobremesa, logramos convencer al mayor, con mucho esfuerzo, para hacer uno de los recorridos que salían de la misma puerta del recinto. Las vistas eran espectaculares, pero no había pasado ni media hora cuando tuvimos que volver porque a nuestro primogénito sólo le interesaban las instalaciones del camping. Una pena.
Los sitios que estáis visitando son preciosos!! Pero ya se sabe que con niños, es difícil llegar a todas partes que nos gustaría.
ResponderEliminarAunque ellos se lo siguen pasando bien igualmente, jajaja.
Disfrutadlo, besos.
Lo cierto es que Raúl y yo nos quedamos con más ganas de senderismo, pero la oferta lúdica de las cabañas pudo con mis peques. ¡Hay que adaptarse!
EliminarQue pinta tan estupenda tiene vuestro viaje ! que ganas tengo de darme uno con mis dos diablillas !!
ResponderEliminarun abrazo !
Pues éste es una pasada. ¡Tenlo en cuenta que no te arrepentirás! Y si en tus vacaciones encuentras otro sitio chulo ¡nos lo cuentas! jajaja
EliminarQué buena pinta tiene todo!!! Lástima que tus niños no parezcan muy dispuestos a seguiros el ritmo... Jajaja. Besotes!!!
ResponderEliminarSí, nos quedamos con las ganas. Sight!
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