Cuando parecía que el calor apretaba menos salimos al parque para que nos diera el aire. Nos tomamos un helado que había traído y se dispusieron a jugar, aunque se notaba que les había hecho poco caso, porque no se separaban de mí ni a sol ni a sombra.
Hasta que apareció uno de esos perros grandes de pelo largo y dorado que los fascinó. Encima los dueños eran la mar de majos y les invitaron a que acariciaran al can a su gusto.
En esas estábamos cuando tres avispas con mala leche atacaron al más pequeño de mi prole haciéndole proferir un grito desgarrador, tras el grito empezó a salirle un torrente de sangre de la nariz angustiada intenté cortarle la hemorragia con toallitas, mientras averiguaba a duras penas dónde le había picado. Todo el parque se volcó en atender al chiquillo. La dueña del perrito incluso me acompañó hasta la farmacia 12 horas más cercana cargando con mis bolsas de pañales, juguetes, agua y todo lo necesario para salidas con los niños. Tenía dos sarpullidos en el brazo y otro en el moflete.
En la farmacia se asustaron bastante al ver a una mujer y a un niños tan manchados de sangre, pero tras unas breves explicaciones se hicieron cargo del asunto. Mientras una de las dependientas me daba la crema adecuada para tratar las picaduras, Daniel se camelaba a la otra para que le diera una chuche. Y vaya si lo consiguió: una piruleta para él y otra para el hermano, que ya estaba bastante más calmado. Decía que ya no le dolía. ¡Menos mal! Aún así le pringué de crema allí mismo. La farmacéutica me recomendó que le quitara el exceso de crema porque tenía cortisona y no hay que abusar. Me dio una toallita y arreglé el desaguisado. Incluso le había puesto un pegotón en el brazo en el que no le había picado por los nervios que me había cogido. La chica también me explicó que la sangre de la nariz podía deberse a que al gritar de dolor, los peques se congestionan y se les puede romper alguna venita de la nariz, sobre todo si hace calor. Me dejó más tranquila.
Los niños les dieron las gracias a las farmacéuticas por sus piruletas y se fueron de allí tan felices. A Iván parecía que se le habían pasado todos los males hasta que se tropezó y se cayó. Entonces volvió a llorar desconsolado.
Le cogí en brazos y me despedí de la buena señora que nos había acompañado hasta la farmacia. ¡Qué simpática es la gente!
Una vez en casa metía a los dos chiquillos de cabeza a la bañera. Entre la arena, la sangre y el pringue de la piruleta estaban para meterlos en la lavadora directamente.
Pobrecito Ivan, la verdad que mala leche y suerte ya es raro que te pique una, pero tres a la vez eso es saña. Y lo que duele.
ResponderEliminarQue gente mas maja que os habeis encontrado mejor encontrar a alguien que os ayude
Saludos
Sí que tuvimos suerte con la gente que nos ayudó. Y menos mal que el peque no era alérgico ni le dio reacción ni nada. Pero ahora se le ha quedado el miedo a todos los bichos... Por si acaso...
EliminarAy, pobrecillo!!! Nunca me ha picado una avispa pero imagino que debe doler una barbaridad y, si encima te pican tres, ya ni te cuento... Supongo que le habrás dado mimitos por un tubo... Besotes!!!
ResponderEliminarSí que duele sí. Le di tantos mimitos que todavía sigue contándole a todo el mundo que le picaron tres avispas con aguijones enooormes jajajaja
EliminarPobrecitoooo yo recuerdo dos picaduras de avispa y dolieron bastante, el sábado le picó una en el dedo a la peque de mi prima... pobrecita lloraba desconsolada, menos mal que yo llevaba fenistil y en cuanto se lo pusimos le dejáría de doler porque ya no lloraba...
ResponderEliminarBesotes.
Menos mal que llevabas Fenistil. Fue una gran suerte porque es angustioso verles llorar así. A mí me han picado muchísimas porque en Elda siempre ha habido muchas y de niña era muy despistada y no me fijaba si había avispa cerca o no :S
EliminarA nosotros nos ponían un ajo partido y nos aliviaba muchísimo