Como este año ha sido de quedarse en casita y ahorrar, hemos decidido que ya era hora de cambiar las ventanas del hogar y conseguir muchos beneficios como el ahorro en calefacción, comodidad e insonorización. Todo ventajas. Encima contábamos con el plan renove de ventanas. No había excusa. Nos enfrentábamos a una obra. Con lo que yo odio las obras.
Esos días fueron de locura. Moviendo cosas de un lado a otro, comprobando que cada ventana se pusiera en su sitio, trabajando y viviendo como podíamos... Para los niños fue una aventura alucinante y para los mayores un horror.
Trabajar con tanto ruido y polvo no fue el mejor de los escenarios, pero ahí estuvimos Raúl y yo dando el callo cada mañana. Y por la tarde la cosa empeoraba porque teníamos a los peques haciendo los deberes a nuestro lado, los cuatro intentando concentrarnos en un espacio muy pequeño y hasta arriba de trastos.
Una de las noches las fieras tuvieron que dormir en el salón porque sus habitaciones estaban llenas de polvo e inhabitables y se lo tomaron de maravilla. Tanto les gustó como les acoplamos que nos suplicaron la misma jugada a la noche siguiente, pero fue imposible porque le había tocado el turno a las ventanas del salón y ahora el ambiente irrespirable estaba justo ahí. Menuda decepción se llevaron.
Yo contaba los segundos para que se acabara todo y los peques la final también, que el último día acabamos todos encerrados en el comedor sin espacio para poder movernos. Evidentemente, los llevé al parque para poder respirar un poco.
El final de la obra llegó para alegría de todos y disfrutamos enormemente abriendo de par en par nuestras nuevas ventanas. Parecía que la casa se hacía mucho más grande.
Estamos encantados. La vivencia valió la pena :)
Las obras tienen lo suyo y la incomodidad total, pero al final... ¡siempre se agradece!!!!
ResponderEliminarSí, pero aún no llamamos al pintor jajajaja
EliminarEstamos super liados ainsss