lunes, 19 de abril de 2021

La tablet

A Daniel se le ha roto su tablet. En realidad, sólo la pantalla, pero ya no tiene la misma sensibilidad táctil que antes y falla en algunas zonas. La dejó donde no debía y ¡crash! Al suelo. Como me fastidia. Aunque supongo que menos que a él que anda lamentándose por las esquinas como alma en pena y llorando falsamente por su pérdida... mientras juega con ella, así que pienso yo que tan mal no irá.

En vista de que sus malvados padres lo ignoramos convenientemente cada vez que clama por un cacharrejo de esos nuevo, ha comenzado una dura campaña de presión para que claudiquemos y, no que le compremos otra nueva (sabe que esa va a ser una batalla perdida desde el principio), sino que le dejemos gastarse su dinero ahorrado en una de su gusto. 

Al ser menor de edad, le administramos el dinero y le salvamos de ruinosas inversiones. Algún día nos lo agradecerá. Y, teniendo en cuanta que tiene Play, tablet  (con pantalla rota), acceso ilimitado a la tablet del padre y que hay tres ordenadores en casa... Otra tablet nos sobra. Es verdad que también se le rompió el ordenador viejo que le habíamos cedido (y esa vez no fue culpa suya), pero tiene acceso al de su hermano y al de su madre casi cuando quiere. El tema es que el próximo año comienza secundaria y queremos verle un ordenador nuevo cuando sepamos qué es lo que necesita realmente. Ahora, para ver youtube, hacer power points y jugar a juegos, lo vemos una tontería. En esta casa sobran dispositivos tecnológicos. por lo que su propuesta de compra ha sido rechazado entre mil y un millón de veces.

Pero el niño no se desanima. Al contrario. Vuelve ala ataque con más ímpetu. Su último movimiento casi nos ha convencido de darle el visto bueno a su proyecto "comprar una tablet innecesaria", casi.

Ayer, me pidió el móvil alegando que le apetecía grabar un podcast (esta generación es extremadamente tecnológica en todos los sentidos) y yo se lo dejé porque me pareció una estupenda actividad. Llegó el momento de sentarnos a cenar y nos encontramos con un Daniel muy emocionado y con muchas ganas de enseñarnos el resultado final de su trabajo. Que es éste:


Sólo diré que se nos caían las lágrimas de la risa con este tramposo de once años que sabe más que el Lazarillo de Tormes. ¡Menudo elemento!

No sé si al final lo conseguirá, pero va por buen camino.

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