viernes, 16 de julio de 2021

Museo de historia de Madrid

Tras la visita al Espacio Fundación Telefónica para disfrutar de las exposiciones Joanie Lemercier, paisajes de luz y Color, el conocimiento de lo invisible, nos encaminamos hacia el Museo de historia de Madrid, que nos quedaba de camino al metro. Todo el trayecto estuvimos discutiendo los peques y yo porque ellos decían que ya habían tenido bastante de exposiciones extraordinarias por ese día y yo que, ya que estábamos por ahí, era un crimen no aprovechar el trayecto al máximo.

Al final salí ganando yo por un tema meramente de chantaje emocional (yo también sé usar esa baza). El "nunca hacéis nada por mí y yo me mato por vosotros" ganó por goleada al "muy divertido hasta ahora, pero queremos volver a casa y abandonarnos a los placeres de las pantallas".

Más feliz que una perdiz atravesé la preciosa puerta del museo con mis dos churumbeles, un poco bastante reticentes. Una pena que no tengo foto de la entrada, pero no era plan de estirar demasiado la cuerda. 

En la puerta nos informaron de que sólo disponíamos de 20 minutos para visitar la exposición, ya que estaban a punto de cerrar. Mis hijos sonrieron victoriosos y se recochinearon un poco del tema.

Y pasó lo de siempre, que de una pose totalmente impostada de indiferencia pasamos al interés más absoluto por lo que veían. A mí me parece que estos dos fueron gatos en vidas pasadas. 

Empezamos el recorrido por la exposición temporal del II concurso de fotografía "Filomena a mi pesar", una muestra impresionante compuesta de las 40 fotos finalistas en formato mediano y más de 1200 de las que se presentaron en un interesante mural. Iván se tiró a este mural desde el primero momento intentando identificar alguna que hubiera sido tomada por nuestra zona. La verdad es que fue muy divertido intentar identificarlas, pero enseguida tuvimos que acabar con el juego porque el mayor nos recordó que teníamos poco tiempo y que ya que estábamos ahí quería ver el interior del museo, ya que aún ni habíamos pasado del patio.

Apenados por la falta de tiempo, miramos el resto de las fotos muy por encima y nos introdujimos en la primera sala... Fue una pena la falta de tiempo porque descubrimos muchas maravillas, aunque las tuvimos que ver y comentar en tiempo récord.

Los cuadros eran impresionantes, aunque nos llamaron la atención unos más que otros. Estuvimos un buen rato contemplando uno sobre un milagro en el que la virgen salva a un señor de perder la vida en una emboscada. Nos lo estuvo explicando la guardia de sala y es un lujo cuando te señalan los detalles de una obra y te los explican.

También invertimos mucho tiempo en otro cuadro en el que la figura central daba un salto como parte de una baile y el más pequeño de nuestra familia estaba empeñado en que estaba despegando para volar (demasiadas pelis de super héroes en la cabeza me temo). Nada de lo que le dije sirvió para quitarle esa idea. El señor estaba despegando cual cohete y punto.

Al mayor, por su parte le llamó muchísimo la atención la colección de abanicos, fundas de gafas (que por mí podrían sacar una colección de fundas de móvil porque quedarían preciosas), y las cartas de la baraja con ilustraciones inspiradas en el nuevo mundo. Comentamos las piezas por unos minutos, pero tuvimos que abandonar la vitrina por instancias de Iván que, de repente, quería recorrer todas las salas sí o sí.

Por el camino, encontramos varias reproducciones de lugares emblemáticos de Madrid que fliparon a las fieras. Sobre todo la de la plaza de toros por su profusión en sangre y horror. ellos son así de tremendistas. Repararon en cada detalle de persona herida o muerto y animales reventados. Yo no duré ni medio segundo porque con tanto aguantar sus diálogos de pesadilla me he vuelto demasiado sensible a situaciones que rozan los argumentos de pelis de terror. Es lo que pasa con la sobre exposición a las ideas burrescas de estos dos.

También nos dio un poco de tiempo a comparar un poco al vuelo un mapa antiguo de la zona de El Retiro con el actual. Lo que ha cambiado el cuento señores. Entre eso y los cuadros de la zona que se exhiben casi nos podíamos trasladar con la imaginación a una versión un pelín edulcorada de la época. Sin cacas cayendo por las ventanas y la baja calidad de vida de la población madrileña.

Y en esas estábamos cuando sonó por megafonía el anuncio de que cerraban el museo, así que enfilamos hacia la salida sin haber podido completar la visita por poquito. Eso sí de aquella manera, que tampoco es plan, así que tendremos que repetir la visita sin tantas prisas. Aunque fijo que me ponen trabas, porque estos chicos son así, pero bueno. Lo importante es que al final lo disfrutamos mucho en familia y da para muchas conversaciones posteriores.



2 comentarios:

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