Como soy una agonías llegamos prontísimo a las inmediaciones del teatro Calderón, con lo que decidimos dar una vueltita. Craso error, menudo infierno. Encima había optado por pantalones largos porque pensé que a lo mejor a la salida del teatro refrescaría. Después de un rato de arrastrarnos por sol y la Plaza Mayor con la lengua fuera convencimos al pater de familia para sentarnos en la terraza fresquita de Don Osos, porque, la verdad, es que en esa callecita dónde tiene ubicadas las mesas del exterior corría una brisita que valía su peso en oro. Cada uno pidió su hamburguesa de las dimensiones que le dio la gana: grande, mediana o pequeña, con doble de carne o no. Aunque todos coincidimos en los extras: Queso y beicon. Dejamos los champiñones para otra ocasión.
Fue morder la hamburguesa y derretirnos de gusto (no de calor, que allí se estaba genial). ¡Pero qué delicia! Estaba buenísima. Tanto que los churumbeles hicieron el intento de pedir otra, pero a mí me pareció demasiado, que también habíamos pedido patatas para acompañar y no quedaron ni los restos. En vez de ceder ante otra fiesta de carne y queso decidimos acabar con helados para todos.
Lo cierto es que tenemos mas que claro que vamos a volver a por más a Don Oso porque además de sabrosas hamburguesas, el servicio nos pareció excelente. Menudo camarero más majo que nos tocó.
No tuvimos que ir muy lejos para buscar el helado. Poco más allá nos topamos con Eccolo Gelato, una heladería de productos artesanos que nos pareció un broche final de lujo para nuestra merienda cena tempranera. A mí se me metió entre ceja y ceja pedirme uno de pistacho porque ya llevaba tiempo con el capricho insatisfecho. Qué bueno estaba. Pero no me quedé sin las ganas de probar los que pidieron el resto de la familia de almendras, coco, menta con chocolate y chocolate con avellanas. Riquísimos todos. El sabor de Daniel me costó conseguirlo. Tuve que robarle una cucharadita porque no quería compartir el muy egoísta. Casi nos cuesta un follón de pre adolescente, pero valió la pena. Oye, que yo estoy todo el rato compartiendo de todo con ellos. Sólo faltaba que me negara un mínimo de su helado.El caso es que entró un poco de morros en el teatro después del episodio del robo por parte de su madre (fue una auténtica traición por mi parte), pero enseguida cambió el gesto porque la obra fue, divertidísima no, lo siguiente. Menudo hartón a reír.
Qué buen plan que tuvisteis. Un beso
ResponderEliminarMuy completo! Lo pasamos genial ese día :D
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