Hasta a mí si me pilla. La carne blandita le encanta machacarla. Se ha aficionado a roer su carrito y eso es algo que veo un poco peligroso. El otro día su padre subió un bordillo y el niño se dió un golpe en la boca que le causó una pequeña heridita y que lo hizo llorar de forma desesperada un ratito.
Además, cualquiera sabe lo que está absorbiendo en esa tela un poco asquerosilla. Estará llenándose de defensas a tope.
Además, me temo que las babás desboradadas le están causando alguna que otra llaguita la pobre. ¡Vamos! Que menos mal que los dientes permiten una alimentación más jugosa que los simples purés porque si no habría que ver si vale la pena tanto sufrimiento. Cuando pienso en el cordero asado, el pollo al ajillo, las cocochas y un sinfind e delicias más le doy ánimos a mi hijo. Aunque no se entera todavía de lo que le digo. Pero lo importante es el tono. "Ya verás que bien cuando le hinques el diente a un conejo con tomate. Te vas a chupar los dedos".
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