Mi niño sonríe a todo el mundo y le encanta la gente. Sobre todo le gustan los bracitos sean de quien sean. De repente, ahora sólo quiere irse con su mami. Y llora y llora. Y se me agarra como si le fuera la vida en ello. A mi me parte el alma y no deseo otra cosa que agarrarlo todo el rato. Pero otra parte de mi se estremece al pensar que ha comenzado el principio del fin de mi vida.
Afortunadamente lo único que le pasa al niño es que está malito y encuentra consuelo en mí, sobre todo, aunque si yo no estoy presente otros bracitos le acaban valiendo igual o parecido. Pero en cuanto se encuentra un poco bien sonríe de nuevo y busca la atención de todo el que pasa cerca de él. Vuelve a ser el mismo de siempre. Un niño encantador. No porque sea mi hijo....
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