Un día, estaba poniendo la lavadora cuando Raúl dejó caer la bomba: "¿Te has dado cuenta de que la mayoría de la ropa de bebé no se puede meter en la secadora?". Un profundo silencio le contestó. Mi materia gris se puso en funcionamiento. ¡No me lo puedo creer! El misterio estaba resuelto. No era Danielito el que crecía sino la ropa la que menguaba. Cada cuatro o cinco días una talla. Con razón a la semana ya no le venía. El niño sonreía constreñido en su pijamita inconsciente de la extrema torpeza de su mamá como ama de casa.
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