miércoles, 26 de mayo de 2010

La tiranía del bebé


La personalidad de Danielito está tomando un cariz que no me gusta nada. En ocasiones se muestra caprichoso, posesivo y adopta un talante dominante que, para qué dar más rodeos, me hincha las narices.

A veces cuando le quito algo que quiere o se lo alejo se pone a berrear como un loco y no para hasta que le doy esa cosa o si es algo demasiado peligroso alguna otra que revista un interés parecido. Al principio corría en busca de objetos que pudiera ser de su interés para que dejara de llorar, pero ahora estoy empezando a ponerme un poco seria y a decirle y repetirle con tono seco: "Esto no me gusta, Daniel. No me gusta nada". Hasta que otra cosa llama su atención y se calma. Hace poco leí que a estas edades (ocho mesazos ya) el niño capta los tonos y las intenciones del progenitor (O del que esté con él en ese momento). Espero que el artículo en cuestión esté en lo cierto porque si no estoy haciendo el tonto de una manera estrepitosa.


Aunque a veces espero que el niño desconecte ese sexto sentido. Especialmente cuando a él le entra el baile de San Vito mientras le cambio el pañal y a mi las ansias asesinas.


También empieza a correr por sus venas sangre del peor de los tiranos y te exige que le cojas o que le voltees o que le tires por los aires a golpe de gritos y lloros. A la hora de la siesta nos tumbamos los dos juntitos y cuando creo que ya está plácidamente dormido me remuevo un poco para levantarme de su lado. Entonces milagrosamente abre uno de los ojitos y estira su manita buscándome. En cuanto me encuentra cierra su puñito alrededor de mi ropa y agarra bien fuerte para que no tenga ninguna posibilidad de escape. Y yo obedeciendo docilmente. ¡Pero quien es la madre aquí! ¡Vamos a ver!


Otras veces está tan tranquilo jugando o en el carrito. Te vé y de repente le entran unas ansias horribles de estar en tu brazos y llora, grita se desgarra...hasta que consigue lo que quiere.


Realmente, es necesario tomar cartas en el asunto y corregir este comportamiento desde el principio. Si no lo logro, que Dios me ampare, porque voy apañada.

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