Cuando salgo de la cocina me encuentro al pequeñajo masticando solito en el salón. ¡Qué disgusto! Y si se atraganta... ¡Qué! Raúl me miraba como si le estuviera hablando en chino.
Igual que en muchas otras ocasiones en las que mi lógica me dicta una cosa y la suya otra. Por ejemplo, yo pienso que hay que hacer el menor ruido posible cuando duerme el pequeñín y Raúl que hay que hacer mucho ruido para que se acostumbre. Claro. Cómo luego no es él el que se tiene que levantar en medio de la noche a atender a un niño sobrexitado...
Yo le riño por unas cosas y él por otras. El caso es llevarme la contraria. Pero es lo que hay y lo que sucede en muchas familias. Es muy difícil pensar igual. Espero que Daniel supere el trauma de tener dos padres tan diferentes. Estoy segura de que sí. Y que incluso los usará en nuestra contra para salirse con la suya. ¡Menudo es este pequeñajo!
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