Por fin hemos puesto el arbol de Navidad. Raúl se empeñó en hacerlo ayer, tras el trauma del curso. Se armó de los bártulos y al salón.La verdad es que son pocos, porque el belé lo tenemos en una figura de una pieza que incluye incluso los reyes. Muy bonita. Y el árbol es uno de Ikea de muy fácil montaje. Un palo y un cono desparramado por encima con las bolas ya incluídas. Lo0 único que le llevó un poco de tiempo fue ponerle las luces.
Cuando por fin acabó con su labor, cinco minutos le llevó, se giró sonriente hacia su hijito y le llemó. Daniel desvío su atención de la televisión y se percató enseguida de la novedad. Alzó su dedito y se puso a gritar histérico. Se levantó, se puso a correr hacia el árbol, se paró a una distancia prudente y siguí gritando y apuntando con su dedito al árbol. Nos quedamos estupefactos. Con mimos y frases sugerentes le acercamos a uno delos adornos más típicos de la navidad, pero el niño seguía gritando y señalando el árbol. Lo único que conseguimos fue que rechupeteara una de las bolas, pero sin poner en las ramas y bien lejos.
Su primer encuentro con la Navidad no ha sido muy satisfactorio que digamos. Según su padre, al día siguiente, entró en el salón por la mañana y volvió a repetir los de los gritos y el dedito. Cuando le traje del parque esa misma tarde, más temprano que de costumbre porque hacía un frío inusual, se dedicó a ignorar las bolas, las ramas, el belén. Al menos ya no gritaba presa del pánico.
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