Llegamos un poco tarde a casa de la prima de Raúl. Allí estaban ya mi suegra y mi cuñado. Daniel volvía a ser el mismo lagartijilla de siempre. Aunque a mí que vomitara me había dejado intranquila. Encima se le estaba acentuando una tosecilla que no auguraba nada bueno.
La casa de Eva estaba genial. A Daniel le gustó mucho recorrérsela. Aunque habían algunas cosas a mano que no eran aptas para sus dedillos.
Estuve muy atenta del pequeñajo, aunqeu afortunadamente Chari tomó el relevo de vez en cuando. Llegó el segundo grupo de visitantes, decidieron dar una vuelta por el centro de Toleod para ver las luces. A mi no hacía ninguna gracia por la tos y el frío, pero pensé que a Daniel le encantaría. así que después de un buen rato de tira y afloja y ni para alante ni para atrás, salimos a la calle bastante tiempo después.
Allí no encontramos con mi cuñada y su familia al completo. "¡Vaya horas de llegar!" le increpó su prima con cariño. Con algunas reservas se apuntaron a la excursión y fuimos todos al centro. Allí Daniel se lo pasó bomba con las luces y la pandereta que le compramos en una tiendita. Pero yo sufría por la hora. Madre mía. A qué hora se va a acostar el niño hoy. Pues entre pitos y flautas y que Raúl se empeñó en quedarse a cenar se acostó pasadas las once.
Encima, el pobre Danielito se quedó atrapado en el ascensor cuando volvíamos de la excursión. Se quedó con su padre, su tío, sus primos... y yo fuera mordiéndome las uñas. El novio de Eva, Joserra, se portó fenomenal y no dudó en ningún momento. Llamó el servicio técnico y lo esperó en la puerta del portal. A mi pareció que tardaban una eternidad, pero finalmente me entregaron a mi chiquitín. ¡Menos mal!
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