Esta historia la cuento como una tercera versión de los hechos. La narro aquñi porque me hizo mucha gracia. E incluso, aunque esté mal decirlo, me enorgullece.
Resulta que estábamos en el paerque infantil, dónde los niños disfrutan dfela típica casita, con puente y tobogán. A mi hijo le encanta. Cuando hay muchas madres me despreocupo un poco y dejo de correr de un lado al otro para que mi hijo no se rompa la crisma, porque sé que al otro lado hay dos o tres madres como yo cuidando de que ningún niño se tire de cabeza al vacío. Así que no vi nada.
Parece ser que habían dos niños mayores que pararon a un perqueño de un año y medio impidiéndole tirarse por el tobogán. "Esto es de mayores" le gritaban los dos interponiéndose en su camino. A esto que aparece mi brutote, les da sendos empujones, los aparta y se tira tan pancho. Ante el gesto, pro lo visto los niños no supieron que hacer y se fueron, con lo que el amiguito de Daniel también se pudo tirar tan tranquilo.
Yo estaba en el otro lado del puente y corría a recoger al niño a los pies del tobogan cuando oigo comentar a dos madres. "Pues sí que hce honor a su nombre: Daniel el travieso", "Pero, ¿has visto como los ha apartado? Y sin dudar". Me eché a temblar. Estas chicas hablan de mi hijo seguro. Pero cuando em contaron la anécdota me eché a reir y me sentí un poco orgullosa de mi camorrista pequeñajo. Aunque esté mal, porque no hay que empujar a los otros niños.
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