Iván ha empezado a dar sus primeros pasitos, aunque más que pasitos son zancadas. Y mejora día a día a una velocidad pasmosa. El otro día lo dejé suelto por el salón unos minutos y cuando volví se había subido al sofá el solito. ¡Qué peligro tiene este niño!
Se empeña en subir y bajar escaleras... ¡sin ayuda! Nada, que a sus casi once meses quiere ver mundo libremente. Eso sí. Cuando gira la cabeza tienes que estar ahí. Si no es el caso monta la de diós es cristo hasta que apareces.
Cuando vas a cogerlo te engancha de los dedos rápidamente y con un fuerza impresionante para que le ayudes a andar erguido un buen rato. ¡Vamos! Que queda inaugurada la era de los riñones a la virulé. Por suerte este niño nos ha salido alto (por ahora, porque yo también iba para alta cuando era pequeña y me he quedado en metro medio), así que no me tengo casi que agachar. Una suerte.
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