Aprovechando que durante el verano el mayor de los niños ha comido todo el rato en sillas y mesas para mayores, dejando la trona sólo y esclusivamente para su hermano, hemos querido que siga la costumbre y empiece a comer y a cenar en la mesa con nosotros en vez de en la trona y delante de la tele. La idea es buena en si, pero teniendo en cuenta lo lagartija que es el chico, la primera noche tuvimos un par de accidentes sonados. Dejando de lado que tira el agua cada dos por tres, que hay más comida en su ropa que en su boca, que es incapaz de usar los cubiertos como hacía en la guardería antes del verano... tampoco puede estarse sentado como dios manda.
Se pone de rodillas, se sienta, se menea, intenta levantarse, no le dejamos... y en una de esas... ¡Catacroc! se cayó hacia atrás con la silla. La cosa no pasó de una susto, pero teniendo en cuenta que el aparador de detrás tiene cristal podía haber pasado a mayores en cuestión de centímetros. El recuento de daños fue de un asa. ¡Menos mal!
Le cambiamos enfrente para evitar males mayores. Desde allí siguió comiendo mal que bien.
Al poco lloró Iván y fui presta a atenderlo. Desde su habitación oí la segunda caída y el consiguiente enfado de su padre. Cuando dejé al bebé un poco calmado en la cuna y volví al salón, mi primogénito había partido la silla en dos, pero afortunadamente su cabeza estaba ilesa.
La regañina fue de órdago. Creo que se ha enterado de lo importante que es permanecer sentado sin hacer el cabra. O eso espero por si integridad física y la de mis muebles.
También estamos intentando acostumbrarle a que desayuno con su tazón de leche, en vez de biberón. Nos está costando mucho. Nos pide el biberón constantemente. Habrá que tener mucha paciencia, pero conseguiremos que desayune, coma y cene como un niño mayor.
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