Apestoso Tío Muffin, de Pedro Mañas, es un libro que me había llamado mucho la atención desde el primer día que oí hablar de él, cuando anunciaron que se había llevado el XV Premio Anaya. Merecidísimo premio desde mi punto de vista. Porque este señor escribe muy bien, ya lo sabemos, pero es que en esta historia se supera a si mismo.
La aventuras y desventuras del pobre protagonista nos mantienen en vilo de principio a fin, haciendo asomar tanto sonrisas como media lagrimitas... Bueno, esto último a mí, porque a mis vástagos los momentos de drama no les llegaron tanto, ¡que poca sensibilidad!, en cambio las escenas emocionantes y tronchantes las vivían intensamente.
Cada noche les decía que les iba a leer un capítulo, pero luego eran mucho más porque, claro, "Mamá, no puedes dejarnos así", "Cuidadito ¿con qué? ¿con quéeee?", "¿Pero quién es Emma? ¿Quién? ¿Quién?", "¿Batalla, guerra? ¡Sigue leyendo, por favor!"... Y a mí no había que animarme mucho...
Montgomery Muffin es un personaje que tiene un gran problema. En realidad, dos. Atrae la porquería y le da miedo todo. ¿Podrían estar ambos inconvenientes conectados entre si? ¿Tendrán solución? Ni el jabón, ni el agua... ni siquiera la lejía puede con su mal olor corporal. Y mucho menos con su inseguridad.
Todo parece indicar que para este pobre chico todo está perdido y sólo queda asumir que es una desgracia social y humana que, como es normal y evidente (sólo para él), tiene que ser menospreciado, ignorado y discriminado en todo momento.
Cuando parece que que el Sr. Muffin se ha rendido a su rígido y deprimente destino llega Emma para desestabilizar su mundo organizadamente estático y romperle los esquemas. ¿Quién es esta niña misteriosa y arrolladora que pretende ayudarle a dejar de ser apestoso y a vencer su miedo a vivir?
Si la historia promete, las ilustraciones de Víctor Rivas tampoco son moco de pavo. Expresivas, detallistas, simpáticas... cuentan los acontecimientos por si solas. Por supuesto, mis preferidas son en las que aparece la torbellino de Emma, con sus pecas graciosas, su coleta desmañada, sus calcetines mal colocados y su carita de bicho. Cómo no te va a conquistar desde el primer momento.
Desde la editorial lo recomiendan a partir de los 9 años pensando en la lectura individual, pero si lo leeis en familia como hicimos nosotros es ideal para más pequeños. Iván, con siete años, lo ha disfrutado mucho, aunque no sé si ha pillado por completo el mensaje implícito. Soy de las que piensan que algo les llega siempre y que eso se nota más adelante.
En la web de Anaya he encontrado una guía de lectura pensada para colegios, pero que creo que es fácil de adaptar para usarla en casa.
En definitiva, nos ha encantado. Como ya nos esperábamos.
Jjajja mis hijos tampoco lloran, parece que las historias aunue seanenlemisno generanemociones! en casa soy la única que derrama lagrimas xD
ResponderEliminarAinss como yo. Pero cuando les llevamos la contraria anda que no berrean, como becerros!!
EliminarTiene buena pinta jajajaja
ResponderEliminarA nosotros nos ha gustado muchísimo!!
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