Me he despertado somnolienta de la siesta con Daniel. Torpona y con desgana me he levantado de la cama para atender a mi primogénito. Entonces mi hermana me ha hecho la pregunta bomba: ¿A qué hora has quedado con Cristina (mi prima)? ¡A las cinco! Miro el reloj: las cinco. A correr. Viste al chiquillo, prepara al bebé, me visto yo y aviso a mi madre que también quería venir. Volando nos dirigimos al parque. El punto de reunión. Allí diviso a mi tía Tere, a mi prima y a su hijo Miguel jugando en los columpios. Daniel se suelta de mi mano y corre a unirse en su juego a su primito.
Me perdonan la tardanza. Ellas también saben lo que es tener hijos. Menos mal. Yo no soy de las que llegan tarde les aseguro vehementemente. No le dan importancia. Daniel mete mano en al tuper de las galletas de su amiguito. Entre los dos casi se las zampan todas. Miguel es unos seis meses más pequeño que Daniel.
Mi primogénito no pierde el tiempo y mete la mano debajo del carrito de mi prima. La saca con un cochito. Me mira emocionado. "Si te lo prestan, no hay problema" le contesto a su pregunta muda. Cristina no pone problemas y Daniel aprovecha para hacerse con un segundo coche y salir corriendo a jugar. ¡Qué morro tiene este niño! A lo mejor ahora que están tan entretenidos con los juguetes nos dejan hablar tranquilamente. Mi madre se ensarza en una conversación con mi tía, mientras Cristina y yo coincidimos en lo difícil que nos parece la maternidad, sobre todo porque todo el esfuerzo suele recaer en las madres, mientras que nuestros queridos maridos se dedican a echar una mano.
El tiempo pasa rápidamente. Se hace tarde. Recogemos a nuestros hijos que han aprovechado para emporcarse a base de bien y nos despedimos hasta la próxima. Nuestros hijos parecen llevarse bien. Hay que quedar de nuevo.
jajajaja que listo es DAniel
ResponderEliminarayyy el relog y los niños....
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