jueves, 31 de octubre de 2019

Dos calabazas vampiro...

En el colegio de mis hijos hacen un concurso de calabazas todos los años. Los peques derrochan creatividad con una actividad en familia y luego llevan los resultados a la fiesta de Halloween para deleite de todos los asistentes.

La exposición tiene muchísimo éxito entre los asistentes. Ya sólo por eso, y por el rato divertido que se pasa haciéndolas ya vale la pena participar.

Este año, Daniel estuvo buscando ideas muy preocupado. No quería llevar cualquier cosa, según sus palabras. Encontró un proyecto que le encantó. A mí me parecía un rollo porque implicaba pintar las calabazas de negro, pero bueno. Todo sea por la ilusión del niño.

Compré un spray negro y esperé al finde anterior a la fiesta del cole para comprar las calabazas. Si las compras con mucha antelación se pudren, pero tampoco podía comprarlas después porque sólo teníamos ese finde para hacerlas con tranquilidad.

Pues bien, cuando llegué al supermercado la balda de las calabazas estaba casi vacía. Sólo quedaban cuatro con un aspecto no muy saludable y de tamaños similares. Cogí las dos que me parecieron que estaba mejor y pensé en volver a por las cabezas más adelante. Estaba segura que repondrían... pero no. Pasaron los días y de la cabeza no había ni rastro.

Encima, me di cuenta que lo de pintar con spray no era tan fácil y tan bonito cómo había escuchado, sino peligroso y tóxico. Fue dar Daniel un resoplido negro sobre la calabaza y darme cuenta del peligro que corríamos: asfixia, intoxicación, riesgo de redecoración de las paredes y muebles... Un horror.

Así que le quité el spray de las manos y tuvimos una pequeña gran discusión perreta. Estaba muy ilusionado con el tema. Pero se impuso el sentido común y sólo me enfrenté yo a la muerte tóxica. Sólo diré que una y no más santo Tomás. Quedará más cutre, pero el pincel es mucho más saludable. Donde va a parar...

El tema es que los cuerpecito gatunos quedaron pintado. Las colas de pepino quedaron pintadas. Sólo nos quedaba las cabecitas. Iván sugirió naranjas para tal efecto, pero entonces nos quedábamos sin el tema de la calabaza linterna. Un rollo.

Al final, esperamos hasta el último momento y como vimos que a las calabazas ni se las veía ni se las esperaba, hicimos un brainstorming rapidito. En un primer lugar pensamos convertir los cuerpos en cabezas de gato y ponerles las colas directamente, pero quedaba demasiado creepy. Así que al final transformamos el gato en murciélagos. La idea no acababa de cuajar en el mayor. El pequeño estaba feliz con el efecto que hacían las alas de murciélagos al mover la calabaza, pero Daniel estaba muuuy decepcionado.

Así que cuando vi que Goznar las había rebautizado como gatos-vampiro vi la luz y le propuse un cambio de nombre para que fueran más molonas. Le gustó mucho, pero dándole vueltas y más vueltas al final decidió que las calabazas se habían convertido en vampiros (a él eso seguía sin parecerle un gato las miraras por dónde las miraras).

Y finalmente, las calabazas vampiro aterrizaron en el colegio. La de Iván perfecta y la de Daniel casi convertida en zombi. ¡Este niño es incapaz de tener cuidado con nada!


4 comentarios:

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    1. Thank you very much for your advice. Actually this is a personal blog, not a professional

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  2. Os quedaron chulísimas!!!!!
    Y... la azulita momia, ¡1 q simpatica!
    Vaya guay ese concurso de calabazas en el cole, cuando yo era peque... ni siquiera celebrábamos Halloween
    ¡me encantan!!!

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    1. Muchas gracias!!! La verdad es que la gente se los curra muchísimo y mola ver las calabazas :)

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