miércoles, 16 de diciembre de 2009

Animalitos


"Y ahora que vas a tener un hijo echaras a los gatos ¿no?" Aunque parezca mentira esta burrada la he tenido que oir demasiadas veces durante mi embarazo. Gente bienintencionada que hacen afirmaciones que duelen. Yo adoro a mis gatitos. me encantan los perros, los gatos, las cobayas, los conejos...Yo sería incapaz de abandonar a mis peludos amigos (algo traicioneros de vez en cuando, pero que pretendo...¡Son gatos! Esta es la frase más bestia, pero las ha habido de todos los grados. La que más he oído ha sido "Ahora tienes que tener mucho cuidado". Como si los gatos fueran más peligrosos que una botella de lejía a mano del niño cuando ya camine o que un enchufe.

En realidad mi gatos se han dedicado a oler al nuevo miembro de la familia y poco más. Missi, de vez en cuando piensa que puede ser un cojín mullidito, pero ahí está la madre con dos dedos de frente para frenarle las patas. A mí, la verdad, es que me dan más pena ellos porque cuando este niño comience a caminar no se van a librar de sus diabluras.

Mi madre tiene dos perritos que le han cogido cariño al bebé y da gusto verlos a los tres juntos, aunque, eso sí, bajo mi atenta supervisión. Como en todo momento con mi bebé.
Pero no todo es color de rosa. Se me ponen los pelos de punta cada vez que duermo al bebé tras muuucho esfuerzo y veo a un indolente gato acercarse a él con intenciones inciertas. Normalmente no tiene ningún interés en el bebé, pero sí en restregarse contra él maullando lastimeramente, con lo que ya tenemos a un bebé despierto y encima berreando del susto.
Ayer fue el colmo. Estoy en casa de mi madre. Estaba sola con el bebé y los dos perros. Duermo al niño y los canes eligen justo ese momento para jugar a lo bestia con ladridos incluidos, con lo cual el susto del niño fue morrocotudo. Con todo mi mimo lo cojo en brazos, lo calmo con mucha paciencia, esfuerzo y ayuda de la teta. Se vuelve a dormir. Así que lo estoy dejando con sumo cuidadito en el parque que tenemos en el salón para esos efectos cuando oigo un aflautado ladrido. Justo en el momento en el que comienzo a oir de nuevo el berrido infantil veo como Apple, la perrita, está justo a mi lado. "Matarl, matarl". Coge al niño, cálmalo, más teta. No es suficiente. Biberón. Se duerme. Al parque. Me voy a cenar por fin. De repente me acuerdo que no lo he tapado. El pobre va a coger frío. Voy a volver para taparle. Con tan mala suerte que le doy una patada a un hueso de los perros que va a dar justo en una pata del parque con un estruendo ensordecedor.
"Buaaaaaaaaaaaaaaa". Vamos, menos mal que en ese momento no se me acercó ni Apple ni Tapón, el otro perro, porque de la patada que les meto aparecen en Sebastopol. Y eso que les quiero mucho. ¿He dicho ya que soy una persona de arrebatos? Poco después llegaron mi madre y mi hermana. Me cogieron al bebé. Lo calmaron. Y los perritos y yo hicimos las paces.

2 comentarios:

  1. Con lo buenos que son los perritos... Apple adora a Daniel. Cuando te fuiste entraba a vuestra habitación a oler y a buscarles, estaba muy triste... Y Taponcito no encuentra ninguna cosa que sea tan agradable de lamer con Daniel jajaja. Son más buenos...

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  2. Se me parte el alma con lo que cuentas de Apple, pero aun así no le presto a Danielito. Seguro que lo arrastra escaleras arriba sin ningún cuidadito. Y creo que Tapón está muy feliz desde que se fue Tapón y no le echo yo del sofá por pegarnos pataditas.

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