Para evitarle una espera de horas al bebé decidimos hacer lo posible para cambiar el billete o, al menos enterarnos de la hora exacta de salida del vuelo. Para lograrlo mi hermana fue al aeropuerto temprano, pero tras horas de espera e informaciones contradictorias volvió a casa diciendo que lo único que había sacado en claro es que el aeropuerto de Gando era un caos, que la facturación permanecía cerrada y que el vuelo se había retrasado a las 20.40. Su hora en un principio habían sido las 19.25.
Teniamos que llamar a un número de información cada poco tiempo para saber si iban a haber más retrasos.
Dio la casualidad que una amiga de mi madre con contactos en el aeropuerto iba esa tarde a mi casa de visita e intentó ayudarnos (Mil gracias Romina). Consiguió un número de teléfono interno, pero no consiguió avanzar más porque comunicaba todo el tiempo. Con el teléfono de información ocurría tres cuartos de lo mismo.
Un rato después de que Romina abandonara la casa me di cuenta de que nuestro teléfono estaba estropeado y que por eso comunicaba. Al intentar llamar a Raúl para avisarle del desaguisado me dio comunicando. Algo imposible teniendo en cuenta que en casa tenemos la llamada en espera y nunca comunica.
Histérica llamé al numero interno desde el móvil de mi madre, porque para terminar de rematar la faena, yo no tenía saldo en el mío. El chico que me cogió el teléfono me dio una noticia terrible. "Si no tienes ya la tarjeta de embarque has perdido el vuelo". Tras contarle mi odisea, que la culpa era de ellos por darme un información falsa y que tenían la facturación cerrada en su momento accedió a ayudarme a regañadientes y me instó a salir pitando al aeropuerto en ese mismo instante.
Mi hermana nos llevó. El atasco era impresionante, así que llegamos pasadas los 20 horas. Una vez allí nos atendió una señora encantadora que me facilitó las tarjetas de embarque sin nigún problema. El avión saldría a las 23.15 finalmente. Silvia nos acompañó a Daniel y a mi hasta las 22.45. Cenamos y nos dimos una vuelta para que el niño se durmiera. Hubo que cambiar a Danielito en el baño porque tuvimos un caso de cacatosis, pero dentro de lo que cabe el tiempo se me pasó rápido.
Al fin me quedé sola con el pequeñajo. Afortunadamente no me hicieron desmontar el carrito en el control. No pusieron la puerta de embarque hasta el último segundo. Por fin en el avión los asientos no estaban asignados. Menos mal que el personal me ayudó muchísimo. La presión fue terrible, peor que a la ida. Menos mal que el truquito de darle de comer en los momentos oportunos dio resultado de nuevo. Con mucha dificultad le preparé el biberón y se quedó dormido como un tronco todo el viaje. Al aterrizar le di de mamar.
Al llegar a nuestro destino hubo que esperar en el "finger" a que trajeran el carrito. Menos mal que me ayudó a montarlo un chico muy simpático. No veía la hora de llegar a casa. Salí de la zona de las cintas tan deprisa como pude y allí estaba esperando el feliz padre. El reencuentro entre Raúl y Daniel fue muy bonito. El intenso cansancio de ambas partes estropeó un poco el momento, pero se notaba que Raúl estaba deseando ver a su hijo. Mi marido había pasado esos días en China entre trabajo y turismo. La sonrisa de ambos premió mis esfuerzos.
Vaya Dacil, contado así no parece ni la mitad de lo terrible que fue. Llantos, gritos, histerias... la verdad es que los astros se alinearon para que no te fueras pero bueno, al final, con mucho esfuerzo, lo conseguiste. Me alegro que mereciera la pena.... Aqui se les extraña mucho. Un beso hermanita
ResponderEliminarTienes razón Silvia, pero es que en este blog no me desato mucho por si Daniel lo lee cuando sea más mayorcito. No quiero que piense cosas raras y se lo tome como algo personal. Yo también les echo de menos. Menos mal que en breve estaremos todos allí otra vez. Daniel echa muchísimo de menos los paseitos por Triana y los desayunos. Muchos besos
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