"¡¿Pero que te pasa?!" Ese es el grito desesperado de una madre en plena perreta infantil. El bebé no para de llorar y ya has gastado todos tus cartuchos. Por fin lo meces con cuidadito y, a veces, se calma, se duerme, se agarra a ti como una lapa y tú te quedas con un sentimiento de "¿Me está tomando el pelo?" que te remuerde las entrañas.
Con mucho cuidadito intentas dejarlo en el parque o en la hamaquita para poder hacer algo (fregar, trabajar, escribir en este blog...) y de repente todo empieza de nuevo. Su boquita se tuerce en un pucherito, su garganta entona unos vacilantes ¡Engués! y ahí va ya su atronador ¡Buaaaaaaaaaaaaaaaa!
La desesperación es constante. También el dolor de espalda. "Pues le dejo llorar hasta que se canse" te repites a ti misma, pero aparece el geniecillo de la conciencia "¿Y si tiene cólicos? ¿A lo mejor le duele algo? ¿Tendrá otitis? Como no puede hablar... Y vuelta a empezar con el niño para arriba y para abajo. Se retuerce, llora, te pega con sus puñitos, las pataditas vuelan, se calma, te mira tranquilito y otra vez esa sensación "¿Me está tomando el pelo?"
Si logra tranquilizarse no parece que le duela nada, así que al parque. "Buaaaaaaaaaaaa". Pues que llore hasta que se canse. "Buaaaaaaaaaaa". Yo a lo mío, ¡Ay! ¡Qué golpe!, ¡Porras! Se me cae todo. "¡Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!". El caso es que sigue llorando, esto ya no es normal. "Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa". ¿Y si le duele algo...?
Quiero las fotos que tengo con Daniel!! En alta calidad!! :-D
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