Cual no sería mi sorpresa cuando, de repente, en algún punto entre el primer y el segundo mes, mi hijo articuló un perfecto "Gu". ¡Qué ilusión más tonta me hizo! A los pocos días soltó un no tan perfecto "Ajó". Yo que pensaba que estas onomatopeyas eran cosas de comic como el famoso "Zzzzzzzzzzzz" de los durmientes, pero no. Ahí estaba mi Daniel soltando sílabas perfecta. No quiero ni pensar el alegrón que me va a dar cuando el enano diga su primera palabra. Con mi suerte lo hará en la guardería.
Confieso que hasta que tuve al niño mi conocimiento en bebés era más que limitado. Digamos cero patatero. Ahora hemos ampliado algo los horizontes, pero aún me queda muchísimo. Cada día aprendo algo nuevo. A las buenas o a las malas.
Eso sí, el "tatata" se le resiste. Aún no se lo he oído decir y eso que va para tres meses. La verdad que Daniel cambia todos los días. Un día esboza una amplia sonrisa y al siguiente se chupa la manita con fervor o se lleva los juguetes a la boca con toda autonomía. Lo que antes me parecían tonterías de padres babeantes se ha convertido en toda una aventura. Sí, ahora soy una madre babeante. Éste debe ser el milagro de la vida.
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