Hay que ver los gritos que pega Iván para hacerse notar. Aveces no sé si es el niño o el gato. Cuando está contento y de repente se da cuenta de que no le estamos haciendo caso se pone a afilar sus agudas cuerdas vocales.
Acaba de descubrir que el que hace ese sonido tan curioso es él y le encanta. Así que, de repente, estás haciendo algo que requiere concentración, buen pulso, ambiente zen... y un chillido aterrador cruza el aire. Le siguen muchos más.
Cuando ya tienes los pelos de punta buscas el origen y allí está él. Dando grititos con una sonrisa de oreja a oreja. No sé qué es peor. Si cuando me pone de los nervios con sus agudos o cuando se pone a berrear como un loco en busca de atención.
¡JAJAJA! Tremendo Iván... cómo que les gusta mucho experimentar con su voz cuando están pequeños... mientras uno tiene que hacer de tripas corazón y aguantarse sus infartos :D
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