sábado, 10 de marzo de 2012

Tarde agridulce

Raúl me propuso ir a un restaurante hindú al mediodía que le había recomendado en Plaza de España. Yo, a mi vez, sugerí que le preguntáramos a mi suegra si podía ir a recoger a los niños, pero mi marido no quiso ni oir hablar del asunto. "Nos da tiempo" Aseguró. La experiencia fue divertida, aunque el restaurante dejaba bastante que desear. Y al final llegamos a las menos cinco a la guardería y con la lengua fuera. ¡Que estrés!

Cómo íbamos sin merienda para Daniel le compré agua, una empanadilla de atún (de la que comió muy poquito) y una bolsa de gusanitos (que intentó zamparse íntegramente).

Con los dos pequeñines nos acercamos a un parque para que el mayor se lo pasara bien. Estaba contentísimo de que sus dos progenitores hubieran ido a buscarlo al cole.

A mí se me cerraban los ojillos en el banco del parque así que decidí acercarme a un puesto de churros a comprarme un café. Daniel quiso acompañarme y se encaprichó en comerse una salchicha de las que vio en el comercio. Como había comido poco cedí y le compré un perrito caliente sin nada. El peque devoró lo de dentro y tiró el pan a la basura sin contemplaciones.

Cuando nos cansamos del parque nos acercamos a la biblioteca, que siempre es un éxito asegurado con el niño. Como era de esperar se lo pasó bomba entre los libros. Busqué lecturas adecuadas para Iván, pero no encontraba nada, así que pregunté al bibliotecario. Al señor le entró la risa cuando le enseñé para quien quería los libros. "Cualquiera de los que hay aquí te sirve" me soltó. ¡Pues vaya bebeteca más pobre! ¡Y vaya birria de Plan de Fomento a la Lectura! Tanto insistir en que le metamos los libros por los ojos desde que nacen y luego esa biblioteca carece de un triste libro de trapo.

El caso es que nos los pasamos muy bien los cuatro. Daniel se llevó a casa dos libros didácticos para aprender a irse a la cama sin armar follón y para quitarse el pañal. Estuvo muy bien.

Agotados llegamos a casa y nos preparamos para bañar a los chiquillos, cenar y todos a la cama en tropel. A eso de las doce Daniel vomitó todo lo que tenía en la barriguita, con tan mala suerte que manchó el colchón. Hice lo que puede para limpiar el desaguisado mientras el chiquitín descansaba en mi cama, pero no hubo manera de quitar el olor. Daniel estaba tan cansado que se durmió en la camita de debajo de su cama sin importarle la peste. No se despertó en el resto de la noche. Yo achaco el malestar a las flemas que tiene el pobre, que no le dejan disfrutar de ninguna comida ni dormir bien ni jugar tranquilo ni nada.

Al día siguiente, Raúl y yo buscamos por Internet soluciones para arreglar el desaguisado y encontramos que con un spray para tapicerías se iba la mancha y el olor. ¡Genial! El truco dio resultado. ¡Menos mal! Por que el colchón no tiene ni un año.

4 comentarios:

  1. la prox vez que quieras un restaurante hindú, dime que te recomiendo uno muy bueno y muy bien de precio ... :)

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  2. Yo quiero saber cual es. Me gusta mucho la comida hindú, pero ese sitio era de comida escasa y un poco caro. Aunque los platos estaban buenos.Le diré a Raúl que tu conoces uno muy bueno. Seguro que me organiza otro plan como el de ese viernes jeje.

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  3. HAHAHA! Ay que Dácil y sus aventuras, me tienes pero entretenida, parece que te acompaño a cada lugar que visitas.
    Espero que el peque haya mejorado ya, y que suerte que con solo un spray saliera la mancha...
    Saludos!

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  4. OR2, escribo demasiado. Lo sé, pero es que me encanta hablar y hablar sobre mis hijos y en este blog puedo hacerlo sin cansar a nadie. Porque es muy fácil seleccionar lo que se quiere leer y lo que no. Soy una madre babosaaaa!!!!

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