El viernes a las cuatro menos diez me sonaba el móvil con el número de la guardería reflejado en la pantallita. Mi primer pensamiento fue Iván porque se había pasado toda la noche tosiendo y llorando, pero me equivocaba. Me llamaban porque Daniel estaba con cuarenta de fiebre. Me pidieron permiso para darle al Apiretal y me conminaron a acudir veloz como el rayo a recogerlo.
Llamé a mi suegra nada mas colgar porque el carro que tengo es para Iván. Daniel va en el patín, pero con cuarenta de fiebre no creí que pudiera caminar. Chari estaba igual o peor que mi hijo. Con un mal cuerpo tremendo. Le dije que no se preocupara y llamé a Raúl. El pobre me dijo que acudiría raudo y veloz, aunque los dos sabíamos que eso significaba reservar horas del fin de semana al trabajo.
Corrí hacia el colegio y me encontré al niño desnudo, tapado con una sabana y tumbado en su colchoneta de la siesta. Tenía la cara demacrada y temblaba un poco. Daba mucha pena verlo. Una de las profesoras le ponía pañitos húmedos en la frente y le daba agua de vez en cuando.
Estuve cogiéndole de la mano hasta que le bajó un poco la fiebre y decidió que mis brazos eran más cómodos que la colchoneta. Así esperamos a su padre los dos juntos. En ese ratito le conté que por el camino me había encontrado con un hada que me había dicho que si se portaba bien en casa aparecería un regalo para él y otro para Iván. Sendos huevos de pascua enormes que no pude resistir comprar, a pesar de que mi sentido común me decía que no lo hiciera. Desde que cerró el periódico chino en el que trabajaba mi economía se ha visto enormemente mermada.
En cuanto llegó Raúl lo cogió en brazos y se lo llevó al coche mientras yo corría a por el bebé. Fu al encuentro de mi marido y salimos pitando al médico. La doctora me miró un poco mal por haber pedido hora para uno y pedirle que me revisara a los dos, pero accedió a hacerlo. Nos dijo sólo con oir la tos de Iván que tenía laringitis. Nos mandó Fortecortín y nos facilitó dos pastilla, una era la dosis y la otra por si vomitaba la primera. En cuanto a Daniel, nos dijo que no nos preocupáramos, que a lo mejor le subía de nuevo la fiebre durante el fin de semana, pero nada que no se pudiera arreglar con Dalsy o Apiretal. Cuando salimos de la consulta Daniel ya no tenía fiebre y cómo había llorado poco decidimos darle el huevo. El peque se había resistido un poco durante la exploración, pero no se le había olvidado pedirle el palito a la doctora. Con carita pintada y todo.
Se puso loco de contento cuando le enseñé el colorido paquete con la golosina. Parecía que su episodio febril sólo había sido un mal sueño. Por si acaso, Raúl y yo decidimos pasar el fin de semana recogidos en casa.
Siempre ocurre de improviso y una nunca está preparada verdad?. Me alegra que al final todo haya quedado en un mal sueño y que el peque vuelva a estar feliz. Está claro que en los brazos de mami es donde mejor se está ;)
ResponderEliminarBesitos
pobrecitos los dos,la fiebre dejan a los niños muy desplomados,que penita de verlos así,esppero que ya estén mejor,
ResponderEliminarbesos
Espero que estén mejor ya, que siempre llego tarde. Perdona, estoy pasando poco por los blogs porque estoy distraída con el libro, pero me mantienen informada. Tú ya sabes.
ResponderEliminarBesos
Vaya, pobrecitos los nenes.... mamiiiiii que yo también estoy malita, ¿me traes un huevo como el de Daniel? Vaya, está tan lejos que no se entera jejejeje.
ResponderEliminarY gracias por el premio, mañana me pongo con él, ya hoy es tarde, un beso.
Da igual las veces que se pongan malos, siempre lo pasamos mal. Espero que estén mejor.
ResponderEliminarYa están los dos estupendamente y mareando a su madre que es lo que mejor saben hacer jaja.
ResponderEliminarMayte, te entiendo. Tantos blogs interesantes... Tan poco tiempo... Pero ya sé que tienes un informador de primera.
Merengaza, pobrecita. Que te mejores. Te reservo el huevo de pascua de un kilo de chocolate que he visto en el super ;)