sábado, 21 de abril de 2012

¡Bomberos!

Hemos hecho inmensamente feliz a nuestro primogénito. Llevábamos un tiempo diciéndole que le íbamos a llevar al museo de los bomberos, pero, o no acompañaba el tiempo o teníamos otracosa urgente que hacer que desbarataba nuestros planes. Por fin, llegó el día. Daniel nos recordaba a cada minuto que íbamos al museo, por si acaso. Después de los mil preparativos de siempre (que si los pañales, que si la muda de Daniel por si se le escapa el pis, que si el agua, las galletas, el biberón...), salimos rumbo a la diversión. No nos podíamos imaginar hasta que punto. Daniel iba emocionado. Soltando risitas nerviosas y removiéndose en su sillita de coche.

Nada más cruzar el muro de acceso nos encontramos con lo mejor de la visita: tres roñosos camiones rojos a disposición total de los pequeñajos. El niño no se lo pensó ni un segundo. Se encaramó al primero y casi se nos cae de las ansias que tenía por subir. Le ayudé a instalarse en el asiento del conductor. La sonrisa no le cabía en la cara. "Emergencia, emergencia Uauauauauauaua" gritaba, "fuego, fuego, ninoninonino... Mira mamá la luz, el volante... ¡Un teléfono!" Todo era un descubrimiento excitante y maravilloso.

Por supuesto, los papis se pusieron en su piel y también subieron a los camiones, tocaron palanquitas y botones, imitaron onomatopeyas... En uno de los vehículos encontramos, incluso, las llaves del contacto. No pude resistir la tentación de girarlas. Aunque, como era de esperar, el camión siguió tan silencioso como antes.

A todo estos Iván roncaba plácidamente. Tendremos que volver más delante cuando tanga edad de disfrutarlo.

Tras un buen rato de juegos le convencimos para que entrara por fin al recinto expositivo. Mi pequeñín corría de un lado a otro anunciando cada descubrimiento "¡Hacha" Cortar cabeza lobo... Manguera plosh plosh plosh... Una ruedaaaaa... Sombreros... ¡Cabeza!" "No so sombreros cariños, son cascos" le explicó su padre, pero él seguía corriendo de un sitio a otro intentando tocarlo todo.

Al final del recorrido nos pasamos por la oficina del museo y le regalaron un carnet de bombero que todavía no le hemos dado porque me falta pegar la foto. Se lo va a pasar genial con su carnet y el casco que ya tiene.

A la salida exigió volver a disfrutar plenamente de los camiones oxidados otra vez. En esta ocasión se juntó con otros niños que competían por los puestos de conductor. Iván se despertó y también participó de la diversión un ratito.

Todo lo bueno se acaba y se nos hacía tarde para ir a comer a casa de la madre de Raúl, así que tuvimos que arrancar a un berreante Daniel de allí. Nos costó muchísimo. Hicimos una paradita en el Alcampo porque el papi quería comprar un Lego de bomberos como colofón a la jornada. Por la tarde se dedicó a construir el camión, el coche y el helicóptero de bomberos con su hijo mayor.



5 comentarios:

  1. Oh Dios mío!! Sí que puedo imaginar lo feliz que lo han hecho!!. Nosotros no tenemos ningún museo cerca pero hemos tenido la suerte de que en un par de ocasiones le hayan dejado subirse a una ambulancia y a un camión de bomberos. Pobre corazoncito!!. Verdad que da una felicidad enorme verlos tan contentos??
    Un besote

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    1. buenoooooooooooo esta noche te sueña que va apagar un incendio, niiii nooooooooo...
      te felicito, me ha encantado la excursión a mi tb, me la apunto para más adelante. jejeje besos

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  2. !Pedazo de excursión! Si señor, me imagino la cara del nene en la cabina del camión.

    Besotes.

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  3. aiii me encanta,esta super chuli!!!!

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  4. Anda, no tenia ni idea de lo del carne!! asi que iremos mas adelante que seguro que el enano quiere volver y a ver si le pedimos uno jaja

    Lo del violinista, que no se me olvide, alli habia muchos niños, asi que el que va entiende que es posible que no se esten muy quietos jaja quizas habrá que probar con cuentacuentos mas cortos jaja

    un besote

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