Aprovechando nuestro paso por Alicante hemos desempolvado nuestros carnets del Camino del Cid. Este año nos hemos propuesto conseguir los cinco sellos de la provincia que te exigen para conseguir el diploma. Aunque nos faltan todavía los del resto de provincias que hay que atravesar para hacerlos completo. ¡Por algo se empieza!
Nos hemos pegado una paliza, pero la tinta que centellea en los carnets nos hace sentir orgullosos de nuestros tesón. El primer lugar que visitamos fue Elche, pero creo que merece un capítulo aparte. Luego pasamos por Monforte del Cid aprovechando que se encontraba entre Elda y la playa de Urbanova. Es un pueblo muy bonito con un museo que pinta muy bien, pero, desgraciadamente, cerrado por vacaciones. Hubiera sido una actividad interesante para hacer con los niños y huir del calor, pero tuvismo que conformarnos con visitar la biblioteca. ¡Todo un acierto! Los niños se lo pasaron en grande y luego no querían irse. Sobre todo, Daniel, que es feliz entre libros. Antes de irnos compramos unas tortas con sardinas y otras con anchoas que tenían una pinta estupenda.
Otro día llegamos hasta Onteniente. Fue una paliza en coche, pero valió la pena. El pueblo estaba bien y dimos una vuelta campestre que encantó a Daniel. Raúl se colgo a Iván de la mochila y pudimos prescindir del carrito. La pena fue que no nos informamos bien y nos quedamos sin bañarnos en unas charcas paradisíacas que por lo visto hay en la zona por falta de bañadores. Otro verano será. Tras la imprescindible visita a la oficina de turismo para que nos imprimieran el sello (ya tenemos una de valencia yujuuu), seguimos camino hacia Banyeres de Mariola. La verdad es que no sé ni lo que hay que ver en ese pueblo. Los niños se quedaron fritos en el coche con lo que nos limitamos a sellar y seguir camino adelante. Siguiente parada: Biar. Tampoco paramos a hacer turismo. Los niños seguían dormidos. Sellamos y nos fuimos con pena porque el pueblo es precioso, según lo que pudimos ver desde el coche. De camino a la oficina de turismo hice alguna foto para enseñársela a Raúl, que se había quedado al cuidado de las fierecillas. Decidido, el próximo verano lo visitamos con calma.
Acabamos en Villena, teníamos pensado parar a comer y dar una vuelta, pero el calor y el cansancio nos hizo decantarnos por ir a comer a casa de mis abuelo y descansar de la paliza. Eso sí, con el carnet repletito de sellos.
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