Nosotros nos hemos instalado en la casa de campo, pero vamos a comer todos los días con ellos. Es un poco paliza, pero el fin de estas vacaciones es estar con la familia. Los bisas están encantados con sus revoltosos nietos y los miman al máximo. Los peques están tan descolocados que no hemos conseguido que duerman la siesta casi ningún día. Y eso que deben estar agotados porque no hemos parado de ir a sitios por las mañanas.
El bebé me ha dado unas comidas terribles. Cómo no quería dormir se pegaba llorando desde que me sentaba hasta que me levantaba. Normalmente lo tenía atado en su sillita, pero un día, harta de oirle comí con el crío colgado del hombro. Enseguida se calló y pude comer tranquila. Cuando le di la vuelta lo vi masticar con fruicción. "¡Pero que se estaba comiendo este chiquillo!". Angustiada le metía los dedos en la boca y le saqué una jugosa gamba. Iván berreaba enfadadísimo con la jugarreta. No me había dado cuenta que las paellas que habíamos encargado para comer ese día las habían colocado en una mesa situada a mis espaldas. me temo que mi niño se estaba poniendo como el kiko y por eso no se le oía crujir ni mugir. ¡Que peligro!
En la casa se respiraba un calor agobiante. Salíamos de allí con la ropa pegada al cuerpo del sudor. Y, normalmente, íbamos directo a la piscina de mi prima Tamara. Era cuestión de supervivencia.
Jo que ilusión ver a tus abuelos ...
ResponderEliminarPues sí, siempre hace ilusión que se junte la familia. La verdad es que mis abuelos estaban encantados de tenernos a todos allí. Y nosotros de estar jeje
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