Este año nos hemos liado la manta a la cabeza y nos hemos echado a la carretera para disfrutar de la playa. La tenemos a media hora larga en coche y otros veranos nos ha dado mucha pereza ir hasta allí teniendo la piscina de Mabel al lado. En realidad, Alicante tiene un montón de playas donde elegir. Toda su costa está compuesta por calas y playas kilométricas de arena blanca, aguas cristalinas y sol radiante.
La verdad es que casi montamos un circo para trasladarnos a la orilla: sombrilla, tienda familia de Ikea, toallas, ropa de recambio, agua, galletas para bebés, la sillita... Pero valía la pena
Nosotros elegimos una poco conocida que se llama Saladar, pero ha adoptado el nombre popular de Urbanova por la urbanización de apartamentos que la acompaña. El primer día fue maravilloso. Casi parecía una piscina de lo calmada y limpia que estaba el agua. Los niños entraban y salían del mar a placer. Acabé con los riñones a la virulé de sujetar a Iván por los bracitos. Daniel hizo castillos con su padres y los pasamos todos muy bien.
El segundo día nos adentramos más en la urnanización y resulta que la cosa empeoraba. la playa estaba llena de algas y Daniel se negaba a bañarse con ese panorama. Se lo pasó genial jugando con la arena, pero pataleó lo suyo cuando le obligamos a bañarse para que se refrescara un poco. Una vez pasada la orilla el agua volvía a estar limpia con los que nos adentramos un poco más que el primer día. Aún así sólo nos cubría hasta la cintura. Raúl intentó zambullirse y se encontró a medio camino con una dura roca. El golpe fue de órdago. Cuando le vi salir del agua con la frente ensangrentada me llevé un susto tremendo. Le insté a que fuera a un puesto de socorro para ver si necesitaba intervención médica. Yo le seguía cargada de chiquillos a una distancia prudencial. Prefería que se adelantara por si se trataba de una urgencia. De lejos yo vigilaba por si se desmayaba.
En el puesto de socorro le limpiaron la herida y dictaminaron que no era importante. El bollo cada vez crecía más y más, pero el sanitario nos dijo que como había sangrado no se le hincharía mucho. Más tranquilos seguimos disfrutando de nuestros día de playa, pero a mí todavía me duró el susto en el cuerpo hasta que llegamos a casa de mis abuelos a comer.
El tercer día probamos en una playa nueva que nos habían recomendado. Por desconocimiento nos la saltamos y acabamos en otra que también estaba muy bien, aunque tardamos más de tres cuartos de hora en llegar. Era una calita muy tranquila cerca del puerto. Aprovechamos para que Daniel viera los barcos. Una idea que acogió entusiasmado.
Decidimos que no valía la pena ir más lejos para disfrutar del sol, del mar y de la arena y al cuarto día volvimos con mi hermana y su novio a Urbanova. Les encantó. A partir de entonces siempre fuimos a esa playa. ¿Para qué cambiar? Eso sí, nos poníamos en la parte que no tenía algas.
Vaya verano!! Las fotos son preciosas! Se ve que lo pasasteis muy bien!
ResponderEliminarqué chulas las fotos! la verdad es que sólo en pensar todo lo que hay que llevar a la playa cuando tienes peques se te quitan las ganas, pero una vez allí vale la pena
ResponderEliminarLianxio, lo pasamos genial y lo mejor de todo es que no nos resultó caro. Contar con los pueblos de los abuelos es todo un lujo
ResponderEliminarDressing Ivana, Con niños pequeños siempre estamos con la casa a cuestas. Hasta para ir al parque: biberon del agua. galletas, juguetes, pañales... ¡Es increíble!
chulismas!!me encanta la playa
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