A Daniel le encanta que le cuenten cuentos. Podría pasarse horas y horas oyéndote contar historias, así que no perdió la oportunidad de enganchar a sus tíos como perfectos cuentacuentos.
Mi hermano le prometió contarle un cuento sobre el animal que él eligiera cada noche que estuviera en Elda. Mi hijo se lo recordaba cada noche ansioso porque empezara su cuento. La primera noche eligió una ardilla.
"Había una vez una ardillita que, cuando era pequeña, se cayó de una rama, se hizo daño y desde entonces le asustaba subirse a los árboles. Sus amigas le decían: "Sube, sube, ardillita. Ven a jugar con nosotras". La ardillita intentaba subir, pero enseguida volvía a bajar muy asustada. Pronto se hizo a miga de los animales del suelo: un conejito, una ratoncito, un erizo... Un día un pajarito le contó que las ardillas tenían una cola muy esponjosa y suave que impedía que se hicieran daño al caer. "Si te caes, te das la vuelta y caes sobre tu cola. Vas a ver que no te haces ningún daño". La ardilla intentó subir a un árbol, pero fue imposible. Le daba mucho miedo. El pajarito le dio una idea genial. "Te vendaremos los ojos y así no verás cuanto subes". Así lo hicieron. Le vendaron los ojos y la ardillita subió y subió y subió. Sus amiguitas las ardillas le animaban desde los alto. Y la ardillita siguió subiendo. Sus amigas empezaron a asustarse. "No subas más ardillita" le gritaban, pero la ardillita seguía subiendo y subiendo porque no veía lo alto que estaba llegando. Hasta que llegó a lo más alto del árbol más alto. Entonces se quitó la venda y tanto se asustó que se cayó en ese mismo instante. En el aire se acordó de lo que le había dicho el pajarito y se dio la vuelta para caer de cola. Efectivamente rebotó y no se hizo ningún daño. Desde entonces pudo estar con sus amiguitas las ardillas, aunque nunca se olvidó de sus otros amigos. Un día se casó con un ardillo, tuvo ardillitas y les enseñó a caer con la cola para que no les asustara nunca subir a los árboles."
Las siguientes noches eligió un ciervo y un león, pero yo no estuve presente para poder contarlo aquí.
Cuando el tío Fernando se fue Daniel no quiso renunciar a nuevas formas de contar cuentos y acudió a su tía Silvia. Mi hermana le contó cómo llegaron Tapón y Apple a la familia. Un día la escuché contar una historia que me pareció muy bonita:
"Había una vez un cocodrilo de ojos saltones y dientes muy afilados que se llamada Jocus Pokus. Todos los animalitos le tenían miedo y salían huyendo en cuanto le veían. Mucho se reían de él mientras corrían. "Que feo eres Jocus Pokus", le decían. El cocodrilo muy enfadado les amenazaba con comérselos. Un día Jocus Pokus llegó a su cueva y ¡sorpresa! Dentro se encontró con un huevo. "¡Qué bonito huevo!" Exclamó. Voy a cuidarlo mucho. Un pajarito se acercó y le dijo que se quería llevar el huevo porque era suyo. "No te lo doy" le contestó Jocus Pokus. "Es que es mío y lo quiero" replicó el pajarito. "Te he dicho que no te lo doy y como sigas molestándome te como". El pajarito renunció al huevo ante la perspectiva de ser engullido por el cocodrilo y Jocus Pokus siguió cuidando y mimando el huevito. Pasado un tiempo el huevito comenzó a romperse y de su interior salió un precioso cocodrilito. Jocus Pokus se puso muy contento. "Ya tengo un amigo para jugar" Exclamó emocionado. Y los dos cocodrilos fueron inseparables desde ese momento".
La pobre Silvia tuvo que repetir sus cuentos cientos y cientos de veces para satisfacer al insaciable sobrino que no paraba de pedir: "¿Me lo cuentas otra veeeeeez?" poniendo unos ojitos irresistibles.
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