Reyes fue la perfecta cicerone para visitar la ciudad de Santander en una mañana. Eligió El Sardinero y sus alrededores como lugar más emblemático y creo que no se equivocó porque me resulto una lugar precioso.
Los niños se lo pasaron en grande persiguiéndose unos a otros, recogiendo hojas del suelo y jugando a todo lo que se les ocurría.
La ciudad tiene unas playas de arena blanca maravillosas, unos jardines llenos de color que alegran la vista, un horizonte claro para perder la mirada, unas calles bellísimas y unas casas lujosas de caerte de espaldas.
Nuestra anfitriona nos contó que, durante los años cuarenta, un incendio asoló la ciudad destruyendo la mayoría de los edificios antiguos que se conservaban, por lo que el paisaje urbano es moderno. Por lo visto cambió gran parte de la configuración de la ciudad. Tristemente se perdió mucha arquitectura histórica, pero puedo asegurar que lo que vi me encantó.
En el paseo marítimo tuvimos una grata sorpresa. Me encontré con mi primo Alejandro. Al que no veía desde hacía muchísimo tiempo. Lo que es la casualidad.
Agotados por el recorrido nos fuimos a un club deportivo a comer. Un lugar ideal porque los niños podían jugar a sus anchas sin ponerse en peligro. Pasamos una velada muy divertida con esta familia y un amigo de Raúl que se nos unió en el último momento.
Cuando llegó el momento de despedirse lo hicimos con pena. Los niños estaban agotados y se quedaron dormidos al instante. Nos la prometíamos muy felices pensando que no se despertarían hasta que pusiéramos pie en Covarrubias, hasta que un camión descontrolado se cruzó en nuestro destino y en la autopista cerrándo todos los carriles de golpe y porrillo. Tras una larga, larguísima, hora de espera, la guardia civil nos hizo dar la vuelta y avanzar en dirección contraria hasta llegar a un desvía que nos llevó de nuevo a la autopista más allá del lugar del accidente.
Dos horas después de lo previsto nos pusimos en ruta. Como era de esperar se nos despertaron los dos angelitos antes de llegar e Iván hizo gala de unos estupendos pulmones durante más de la mitad del recorrido.
Cuando casi estábamos llegando al pueblo Daniel preguntó de repente. "¿Ese coche de ahí son los Reyes?". "No, mi cielo" le respondí, "los Reyes se han quedado en Santander". "¿Por queeeeeee?" Clamó mi hijo angustiado. Todavía estuvo unos cuantos días preguntando por ellos. Por lo visto le calaron muy hondo.
Cómo te lo estás pasando. Bueno, tú y toda tú familia. Disfruta!!! Por ciert, Santander una maravilla de ciudad. Yo tuve la oportunidad de visitarla hace ya unos años, y me encantó.
ResponderEliminarBesos
Que bonito es Santander!!! Queridisimo y yo, antes de tener al Bolita, fuimaos una semana recorriendo la costa de Cantabria y nos encantó!!!
ResponderEliminarVaya dos angelitos que tienes!!!...cuando duermen eh??? :)
Un beso
La verdad es que nos dio pena no poder quedarnos más. Una sola mañana nos supo a poco.
ResponderEliminarLos niños, cuando más guapos están, son dormiditos jeje
que bonito!me alegro que lo pasarais bien
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