sábado, 11 de agosto de 2012

Las perlas de Daniel

- Cuac, cuac.- Grita Daniel casi moviendo los brazos como si fueran alitas.
- ¡El pato!- Adivino yo.
- miau, miauuuu- maulla el pequeño.
- El gato.- Vuelvo a acertar. Esto es muy fácil.
- Muuuuu, muuuu.- muge el chiquillo.
- Jaja. La vaca.- Sonrío.
- Tuuuuuuu, tuuuuu
-....
- Tuuuuu, tuuuuuu.- Que diantres será eso. Me exprimo la cabeza en cuestión de segundos, pero no consigo dar con el animal.
- ¿Y eso que es?- Me rindo por fin.
- El elefante, mami. Es Eliiiiiii.- Pocoyó y sus amigos pudieron con todos mis conocimientos del mundo animal.

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- Daniel baja del desván que hay que comer.- Llamé a mi hijo.
- No puedo mamiiiiiii
- ¡Baja!- endurecí un poco el tono. Le conozco y cuando se lo está pasando bien se hace el remolón.
- No puedo. Estoy jugando con un niño.
-......- Ya empezamos con la vena paranormal de este chiquillo.- ¡Daniel! Baja de una vez. No te lo vuelvo a repetir.
- Es que estoy jugando con el niño.
- Pues que baje el niño también.- Concluí triunfante. Si no puedes con tu enemigo únete a él.
- Es que hay muchos niños...
- ¡¡¡Baja yaaaaaaaaaa!!!.- Desde luego yo no subí a comprobar cuantos niños había en ese desván.

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- Daniel ven.- Llamé al mayor de mis hijos.
- No puedo.- me contestó con cara de circunstancias.- Estoy trabajando.- Intrigada le seguí el juego.
- ¿En que estás trabajando?
- Sooooy... Bomberoooo... Policía.... Obrero... Enfermero... Estudiante....- Así siguió un buen rato nombrando profesiones que le parecen interesantes. Con razón no tiene tiempo para nada.

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- Iván, no me quites los juguetes.- Protestó Daniel empujando a su hermanito.
- Iván déjame en paz.- le espetó viendo que el bebé no cejaba en su empeño de agarrar los coches con los que estaba jugando.
- Iván, ¿Te puedes ir?- Le pregunto al chiquitín mirándome a mí en busca de ayuda. Me compadecía de él y agarré al chiquitín para entretenerlo con laguna otra cosa.
Cuando ya me iba oigo a Daniel a mis espaldas sentenciando: "Iván es malo"
Pronto empezamos.

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Estoy inmersa en la lucha diaria de vestir a mi hijo mayor.
- Noooo, no quierooooo. - Se debate como una lagartija el pequeñajo.
- ¡Estate quieto Daniel! ¡Ven aquí! ¡No te resistas!
Llega el momento de embutirle en los calzoncillos. Con esa manera de mover las piernas es una tarea peliaguda. Por fin los consigo.
- Mami, mami. Las bolitas no pueden moverse.- Me suelta el chiquillo muy serio.
- ¿¿Quéeee??- No estoy segura de haberle entendido bien.
- Que las bolitas no pueden moverse.
- No te preocupes cariño que yo lo voy a solucionar.- Aprovechando que está tranquilo le recoloco el calzoncillo.
- ¿Ya pueden moverse?
- Chi, grachias, mamá

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- ¿Y este niño tan guapo ya va al cole de mayores?- le canturrea una vecina a Daniel
- ¡No! Yo soy una auténtico bombero. Al cole van los niños.
¿Uno Auténtico? De donde saca este niño esas ocurrencias

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- Mami, papá está triste
- ¡Ah! ¿Sí?
- Sí, por el trabajo
- No me digas
- Tenemos que hacer algo para que no esté triste.
- No te preocupes. Cuando venga a casa le das un besazo y ya verás como se pone contento.
- ¡Vale!

¿Habrá notado Daniel el síndrome postvacacional de su padre? ¿O se inventa estas cosas?

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