Mamá les dedica todo el tiempo que puede. Juega un rato con Iván, otro con Daniel... Y, a veces con los dos.
Daniel quiere historias, imaginación, muchos coches, cocinita... Iván quiere sonrisas, el cucu tras, cosquillitas, mimos... Los gatos quieren caricias y comida, mucha comida... La casa quiere que la limpien, la recojan y la mantengan habitable. ¡Imposible llegar a todo! Resultado: vivimos en una leonera.
El mayor esparce los juguetes y todo lo que pilla en cualquier lugar. El pequeño tira todo lo que puede donde puede, los gatos exigen volver a la tranquilidad que les brindaban las horas de colegio. Y mamá no para.
Papá también les dedica a los niños todo el tiempo que puede. Pero hasta hoy mismo no empieza las vacaciones, así que sólo puede jugar, recoger, limpiar... cuando vuelve del trabajo. Hace lo que puede.
Daniel, a veces, juega solito. Se ha construído una grúa policía para camiones de basura, atrapa a los malos y los mete en la cárcel, prepara tentempiés para papá en su cocinita...
Un día, mamá le construyó a Daniel un autobús en el salón. Con unas cuantas sillas y el volante de juguete pudimos viajar hasta la playa con la imaginación. En el autobús nos acompañaban un robot, un caballo, un dragón, Spiderman... Nos pasaron muchas cosas: nos paró la policía y tuvimos que enseñarle los papeles, hubo que reñir al robot porque pegaba a Spidermán, al chófer lo llamaron por teléfono y tuvimos que estar muy callados para que oyera lo que le decían, el dragón se mareó y se puso malito con lo que el conductor sacó el botiquín para curarlo... La diversión duró un buen rato. Cuando parecía que Daniel ya se había cansado del juego devolví todo a su sitio, pero vaya berrinche se cogió mi hijo mayor cuando se dio cuenta de que el autobús había desaparecido.
Iván también juega solo en ocasiones: aporrea juguetes, paredes, el suelo y lo que pille. Vuelca los contenedores de juguetes, se pone en peligro a cada segundo y acosa a los gatos en cuanto papi o mami se dan la vuelta.
Papi y mami, por su parte, sueñan con un momento tranquilo en el que sentarse abrazados en el sofá. Preferiblemente, sin que mami se quede dormida al segundo.
Jajajaja. Si es que no paran... Besos.
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