-¡Daniel! ¡No juegues en el transportín de los perros!- Reñí a mi niño mayor.
- ¿Por queeeeee?- Me preguntó lastimero.
- Ven que te lo voy a contar.- Lo arrastré conmigo al sofá y comencé mi explicación.
- Porque la puerta tiene óxido. Cuando algo de hierro se moja se oxida y se vuelve marrón brillante. Si te haces una heridita el óxido se mete dentro y es un monstruo muy grande y temible. Los caballeros normales no pueden nada contra él. Entonces hay que mandarles refuerzos. Hay que llevarte al hospital para que te pongan la inyección antitetánica, que está llena de caballeros buenos a caballo. Los caballeros entran galopando en la batalla y acaban con le óxido. ¡Fuera óxido y no vuelvas nunca más! Por eso no puedes jugar con el transportín de los perros.- Finalicé.
-¿Me lo cuentas otra vez?- Lo cierto es que perdí la cuenta de las veces que le conté este cuento esa tarde.
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