viernes, 21 de octubre de 2016

El fiasco: espiral de dados. Primera parte

Flipante el juego de fiasco. Se podría hacer un libro con cada partida jajaja. Esta fue la nuestra:

"Margaret River abrió sus legañosos ojos y parpadeó con la tenue luz que entraba por la ventana. Intentó incorporarse y la botella vacía que descansaba en uno de sus costados resbaló hasta el borde del sofá estrellándose contra el suelo. La mujer de mediana edad con rasgos abotargados y un ligero temblor en sus castigadas manos se quedó mirando fijamente la etiqueta que se adhería penosamente a los cristales. La palabra Whisky resaltaba sobre el nombre de una marca de calidad mediocre.

Con pasos inseguros se acercó al baño y se lavó la cara empapándose la camiseta desgastada con la que se había quedado dormida anoche. Tenía que darse una buena ducha y ponerse su mejor traje. Hoy tenía un asunto muy importante que resolver. Un asunto que le haría rica. Y nada podía salir mal.

El Sheriff John Parker se estaba sirviendo su tercera taza de café del día cuando la vio entrar. palideció al instante y no pudo evitar que una gota del brebaje que preparaban en la comisaría fuera a parar a su impecable uniforme. Maldiciendo entre dientes miró disimuladamente a su alrededor para cerciorarse de que nadie se había dado cuenta del pequeño incidente y recompuso el gesto en una apariencia de normalidad fingida.

- ¡Maggie! ¿Que haces tú por aquí? ¿Has vuelto a perder las llaves?- Saludé mientras iba a su encuentro. La aludida le sostuvo la mirada con sus ojos enrojecidos y le espetó bruscamente.
- Tenemos que hablar Johnny. Vamos a tu oficina.- Y sin más rodeos se dirigió al pequeño despacho sin saludar ni mirar al resto de los oficiales, que disfrutaban de la tranquilidad propia del pequeño pueblo estadounidense. Nadie se extrañó. Conocían a Margaret River desde siempre. Era amiga de la infancia del jefe y se tomaba muchas libertades con él. Ninguno de ellos entendía como sobrevivía esta amistad después del evidente deterioro moral de la susodicha, pero nadie discutiría con el Sheriff sobre el tema. Ni sobre nada. John Parker nunca escuchaba a sus subalternos. Sólo ladraba órdenes más o menos coherentes y esperaba que se llevaran a cabo sin preguntas. En un pueblo tan pequeño más valía obedecer y vivir tranquilo.

El sheriff Parker entró tras Maggie al pequeño cuarto y la invitó a sentarse, no sin antes haberse asegurado de que todos seguían concentrados en sus asuntos y haber cerrado la puerta. Fue el primero en hablar.
- Hasta cuando me vas a chantajear con el tema de la felicitación navideña- gruñó con cara de pocos amigos.- Ya he logrado anular esas multas de tráfico, así que quiero que me la des de una vez o esto puede volverse en tu contra
- No me amenaces Johnny.- acusó la aludida señalándole con su huesudo dedo.- Si mando la felicitación al Peks News se habrá acabado tu carrera. Tienes mucho que perder. Hay que ser tonto para escribir en una tarjeta de navidad una estúpida confesión sobre como mentiste en el juicio de Beth Betson. Cualquiera reconocerá que esa letra es tuya. Escribes muy raro. Es letra de loco, diría yo.- La camisa del Sheriff empezaba a acusar manchones de sudor por la espalda y las axilas. El nerviosismo del hombre canoso era cada vez más evidente.- Me da igual por qué lo hiciste. Y te agradezco lo de las multas. De verdad. Sabes que no puedo pagarlas. Pero...- Maggie hizo una pausa dramática mientras sonreía con una mueca siniestra- Necesito que me hagas otro pequeño favor...
Parker saltó de la silla como si le hubieran pinchado.
- De eso nada. Dame la tarjeta, Maggie. Te lo advierto...
- Deja de decir tonterías.- le interrumpió la mujer.- No te queda otra que ayudarme. Y te voy a decir lo que vas a  hacer. Vas a mantener alejados a tus estúpidos agentes lejos de Main's Street esta noche. Eso es lo que vas  a hacer porque si no mañana. Yo misma iré a llevarle la tarjeta a los del Peks.
Parker volvió a sentarse con un gesto conciliador.
- Está bien. Tranquila, mujer. ¿Por qué quieres que haga eso?
- Eso no te importa. Sólo hazlo.
- Será difícil...
- No es mi problema. Si veo a un solo polizonte se te va  a caer el pelo.- Parker miró fijamente a la mujer que tenía en frente. Hace ya mucho tiempo podía haber sido descrita como una chica bonita, pero el alcohol y un matrimonio desgraciado acabaron con la gracia que pudiera tener y la convirtieron en el desecho humano que tenía delante. Administrativa, viuda y en paro, malvivía en una destartalada casa a las afueras de Peks y pagaba por sus pecados trabajando de voluntaria en la iglesia del reverendo Newman. Recordaba los buenos tiempos y cómo se habían divertido con la pandilla. Se esforzó por reconocer a la sonriente Maggie de sus recuerdos en la arpía que tenía delante, pero le fue imposible. Pasándose la palma de la mano por su sudorosa frente se obligó a volver a la desagradable tarea que tenía entre manos.
- ¿Y luego me darás la tarjeta?- Inquirió entrecerrando los párpados con expresión amenazadora.
- Claro, Johnny. ¿Por quien me tomas? Te daré la maldita tarjeta y me iré de esta mierda de pueblo para siempre.- aseguró alisándose el pelo en un gesto automático. El Sheriff no tenía más opciones que confiar en ella.

No hacía mucho que la administrativa había dejado la comisaría cuando Parker oyó unos fuertes golpes en la puerta de su despacho. Uno de los muchachos asomó la cabeza por la puerta y le anunció que Stephen Murray, el dueño de los grandes almacenes Murray, quería verle. Esa visita le agradaba más y dejó que una sensación de emoción le arreglara un poco el día. Murray significaba dinero fácil. Pero en esta ocasión se equivocaba. Muy pronto descubrió que lo que quería su visitante no era nada fácil de cumplir.
- Hola Johnny.- Saludó alegremente el hombre más rico del pueblo. En dos zancadas se acercó a la mesa y estrechó firmemente la mano de su interlocutor.
El Sheriff le sonrió abiertamente y le invitó a sentarse. El empresario ocupó la silla y se metió la mano en el bolsillo sacando un sobre blanco e impoluto.
- Toma amigo. Hoy lo he cargado más que de costumbre porque quiero que me hagas un gran favor.- Un escalofrío recorrió la espalda del funcionario de la ley. Era la segunda vez que escuchaba lo mismo ese día y algo le decía que no iba a ser nada bueno.
- Me consta que una persona muy querida para ti va a cometer un delito esta noche en Main's Street y creo que deberías estar allí para detenerla...- Comenzó cauto. En la mente de Parker se formó la imagen de Maggie. ¿Sería ella? En un pueblo tan pequeño que dos  personas vinieran a hablarle de la misma calle era demasiada casualidad.
- Creo que sé a quien te refieres...- Contestó arrastrando cada palabra.
- Maravilloso- Exclamó Murray,- entonces no creo que tengas ningún problema en ir a detenerla. Es una mujer muy desgraciada y... desesperada. No sé si me entiendes.- El empresario acercó su rostro al del Sheriff y bajó el volumen de su voz tanto que Parker tuvo que afinar bien el oído para oirle terminar la frase.- Si se te escapara un tiro... en la confusión del momento...Bueno, quiero decir, le harías un gran favor...
- ¡Estás pidiéndome que mate a alguien?- cuchicheó horrorizado.
- Vamos Johnny. No te hagas el loco conmigo. Tienes una pistola y la has usado en otras ocasiones. Esta persona está mejor muerta que molestando en el pueblo... Te he visto mirarla. Y no creo que seáis tan amigos como predicas.- Exclamó cortante. La palidez volvió al rostro del oficial. ¿Sabría algo su interlocutor? ¿Se le habría escapado algo a Maggie? Qué se puede esperar de una maldita borracha...
Apretando los dientes, deslizó de nuevo el sobre en dirección al hombre fornido que pretendía estar por encima de la ley
- No-.- contestó sin más.
- ¿Es tu última palabra?
- Sí.
Stephen Murray se levantó bruscamente, recogió su sobre y con ira mal disimulada le espetó:
- Puede que este sea el último sobre que recibas.
Después abandonó el despacho con un gran portazo.
-¿Qué le pasa a este?- preguntó uno de lo muchachos.
- Es el gran Murray. Nadie le dice que no al gran Murray. Y apostaría el último donut que el jefe le ha dicho que no.- le contestó su compañero meneando la cabeza preocupado.

Stephen Murray salió muy agitado de la comisaría y condujo a lo loco hasta la parroquia, donde era voluntario y donante para alimentar su imagen de buen ciudadano. Su reputación era intachable y todo el mundo iba a comprar a sus grandes almacenes. En buena parte porque se encargaba de untar a las personas necesarias para seguir alimentando esa imagen y poder trapichear a sus anchas. Estaba en su mejor momento, pero podría ser mejor. Sólo tenía que ampliar el gran edificio que resaltaba esplendorosamente en Main's Street: los almacenes Murray. Su carrera hacia una fortuna millonaria era imparable. Sólo había algo que la hacía peligrar. Más bien alguien: el viejo Thomson. Ese maldito anciano se negaba a vender la casona que lindaba con sus grandes almacenes. Era su grano en el culo y sólo tenía que quitarlo de en medio. La única persona que conocía capaz de cargar con el sucio encargo era esa desequilibrada que trabajaba de administrativa en la parroquia. Le había agradado la idea del dinero que iba a ganar por acabar con la vida del viejo de una forma sutil. Murray había notado con desprecio la excitación de la despreciable mujer cuando le había dado la cifra. En ese momento le pareció un buen trato, pero no se fiaba de la viuda. No era trigo limpio. Y era peligroso dejar cabos sueltos. Estaba seguro de que el Sheriff le ayudaría. Algo había entre esos dos. Algo turbio. Estaba seguro. Tendría que pensar en un plan B. Con un giro brusco aparcó cerca de la parroquia y se introdujo con paso firme en la iglesia. Estaba a punto de iniciarse la misa. Enseguida vislumbró a Maggie en la oscuridad de las últimas filas y fue a su encuentro. Desde lejos se olía el perfume a Whisky. Estaba claro que había bebido. La miró fijamente y no le pareció que fuera muy borracha... aún.

Maggie le oyó acercarse y le sonrió socarronamente.
- Ya lo tengo todo controlado para esta noche.- Farfulló alegremente.
Murray no estaba muy seguro de lo que tenía que decirle, pero no podía dejar todo en manos de esa desequilibrada.
- Eeeh Maggie. Estoy pensando que lo mejor será que vaya contigo.- La sonrisa de la chica tembló en su rostro.
- ¿Por qué?- Espetó bruscamente. No le gustaban las sorpresas y no confiaba en nadie. Demasiadas puñaladas se había llevado ya.
- Soy un hombre respetado y el viejo confía en mí. Nos dejará entrar sin preguntas- Improvisó. Margaret soltó una carcajada seca.
- Pues entonces ven y príngate estúpido. Luego tendrás que explicar que hacías allí a la policía.- El miedo se asomó a los ojos del empresario. No lo había pensado. La borracha tenía razón. No se podía dejarse ver por ahí, pero tampoco podía dejarlo todo en sus manos.
- Esta bien, Maggie, pero quiero saber tu plan. Si no me lo cuentas ahora mismo no olerás el dinero. - El rostro de la mujer se puso rojo de rabia. En un principio se negó a desvelar su plan y amenazó a Murray con ir con la historia a la comisaría. Pero acabó reconociendo que así la única en perder sería ella, ya que la palabra de una borracha no era nada contra la de un empresario de pro como el que tenía sentado a su lado mientras el párroco daba misa con su voz estentórea. Acabó claudicando y el alcohol hizo que contara más de lo debido. Confesó que una novela de Ágatha Christie le había dado la clave para hacer desaparecer al bicho de su marido. Uno de los venenos que usaba para cuidar de sus plantas podía llegara a matar a un hombre. El fallecimiento se camuflaría como un infarto. Y en un pequeño pueblo en el que nunca sucede nada no se indagaría más... Murray estaba impresionado y asqueado a partes iguales. La asesina confesa había cocinado unos bombones que intentaría vender al viejo Murray, pero antes que nada le daría a probar uno. Un bombón envenenado. Era un plan estúpido, ideado por una mente corta y perpetrado por una persona inestable. Pero podría funcionar... Murray decidió dar una oportunidad a la mujer. Si le había funcionado una vez porque no iba a volver a hacerlo.

Maggie salió de la parroquia y le dio un largo sorbo a su petaca antes de guardarla en el bolso. En la esquina más próxima vislumbró al Sheriff Parker sentado al volante de su coche. Nada más verla se bajó y fue a su encuentro.
- Maggie me he estado replanteando el favor que me has pedido y...- la mujer se revolvió con inseguridad. Parker acusó el aliento a alcohol como si le hubieran abofeteado.
- Déjame en paz Johnny- le espetó la borracha.- Haz lo que te he dicho o le diré a todo el mundo lo que sé.- agregó en un tono demasiado alto. El hombre de uniforme titubeó y dió un paso hacia atrás.- ¡Eso es lo que quieres!- gritó Maggie descontrolada.- ¡Eso es lo que quieres!- Repitió vociferando. Gotas de sudor aparecieron en la frente de Parker.
- Tranquila Maggie. No tenemos que ponernos nerviosos.- Intercedió apaciguador.- Está bien. Está bien. Lo haremos a tu manera.- Cedió metiéndose en su coche.- Pero quiero esa tarjeta mañana sin falta en mi mesa y quiero que cumplas tu promesa y desaparezcas de Peks para no volver nunca.- añadió con gesto amenazador.
Maggie se rió desagradablemente.
- Claro que sí, Johnny. Ya te lo he dicho. Y ahora déjame en paz.

Mientras tanto, el Sheriff Parker no podía quitarse de la cabeza la conversación que había tenido horas anteriores con los dos protagonistas de la historia. La palabra crimen revoloteaba por su mente como un mazazo que golpeara sin piedad la losa de la culpabilidad. No podía dar la espalda a lo que sabía y dejar que alguien muriera sin más. ¿Y quien sería ese alguien? Mucha gente vivía en Main's Street. Se limpió el sudor de la frente con un pañuelo y pulsó el botón de intercomunicador:
- "Jefrey saca a Terry de la celda y traémelo."
Pocos minutos después tenía al mendigo del pueblo apestando su oficina.
- ¿Que passa jefe?- balbuceó el hombre de rasgos huesudos y afilados que ocupaba la silla para visitas.
- Terry, necesito que me hagas un buen servicio. Si lo haces bien te daré diez dólares.- Los ojos del mendigo brillaron ante la perspectiva de una botella de alcohol nuevecita.
- Claro jefe, lo que quiera.- Sonrió.
El Sheriff se pasó la lengua por los labios y le explicó el plan. Sólo tenía que darse una vuelta nocturna por Mains Street y llamarle por el walkie que le había facilitado si veía algo raro. En un principio pensó en darle unas monedas para que le llamara desde la cabina, pero el walkie sería más inmediato y no se corría el riesgo que de que fuera a parar a la casa registradora de la destilería.
Terry estuvo de acuerdo con el plan."

Y aquí lo dejo hasta la próxima, que si no esto se hace eterno jajaja
Adelanto que lo que pasa después no se lo puede imaginar nadie.

El fiasco: un accidente, desconcierto y un giro inesperado. Segunda parte




4 comentarios:

  1. vaya, nos dejas en ascuas!! a ver como acaba la historia ...

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    1. Aaay lo siento. Confieso que la segunda parte ni la tengo escrita por falta de tiempo, pero la tengo que escribir porque alucinas con todo lo que nos pasó. ¡¡Yo no me lo esperaba para nada!!

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  2. Me está encantando la historia pero no pillo lo del juego. ¿En qué consiste? ¿Me he perdido post explicativo? Besotes!!!

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    1. No lo he explicado. Tienes toda la razón. Es un juego de rol en el que te haces personajes de unas u otras características según lo que te salgan en los dados. Mínimo tres jugadores. También a base de dados estableces las relaciones entre los personajes, los objetivos que persiguen y los escenarios en los que transcurre la acción. A partir de ahí empiezan los turnos. En tu turno puedes proponer una escena y que los otros jugadores la resuelvan o que los otros jugadores te propongan a ti la escena con tu personaje y que tu la resuelvas. Así se va hilando una historia subrealista total jajaja

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Me encanta saber lo que piensas.