martes, 20 de diciembre de 2016

El Museo de la Evolución Humana de Burgos

Daniel es un gran enamorado del Museo de la Evolución Humana de Burgos. Siempre que vamos a Covarrubias clama por ir. Este puente de diciembre le hemos dado el gusto, ya que íbamos cuatro días enteritos al pueblo. Tras la visita al museo del libro y el paseo por Burgos, nos metimos en el Museo predilecto de mi primogénito. Enseguida nos hicimos con el juego de las pistas que te dan en las taquillas para los niños.

Daniel ya se sabía casi todo y se empeñó en guiar de inmediato. No le fue difícil encontrar los dientes de animales, ni a Miguelón, que estaba muy cerca de Elvis la Pelvis. En la siguiente prueba ambos chiquillos se engancharon a la pantalla que buscaba los fósiles de pequeños animales y los aumentaba de tamaño. Les encanta este juego.

Como ya se saben el Museo casi de memoria iban para un lado u otro libres como pájaros para desesperación de la madre que no los quería perder de vista ni un segundo. Al final, casi todo el tiempo estuve yo con Iván y Raúl con Daniel, explorando cada uno partes distintas de las salas. Porque, por mucho que lo vuelvas a ver nunca te cansas del cerebro gigante, del barco de Darwin, del círculo de la evolución humana o de la sala del fuego, por poner unos ejemplos.

En el último piso nos llevamos una gran sorpresa. Habían cambiado la exposición de animales extinguidos por otra de experimentos científicos. Confieso que a mí me parecía más curiosa la que había, pero a Raúl y a los niños les gustó mucho más la nueva. Estuvieron revoloteando de experimento en experimento llenos de interés y curiosidad.

En un momento dado, Daniel se enganchó a la pantalla que te mostraba realidad virtual sobre los tres ecosistemas que se pueden ver en tres terrazas diferentes del museo y de ahí nos costó mucho moverlo. A los dos les flipa cuando el cavernícola les tira la lanza.

Iván, a su vez, estaba totalmente abducido por un juego en el que tenías que salvar a una nave de un agujero negro. Está claro que adoran las pantallas y las buscan donde quieran que van.

Terminamos la visita en la tienda de regalos. No pensaba comprarles nada, pero vi dos libros que me enamoraron y que se vinieron para casa conmigo. Uno de ellos era el Combibestiario de SM, en el que podías combinar cabezas, tronco y patas de animales extinguidos para hacerte tu propio monstruo particular.



El otro era igual, pero de dinosaurios: el Combisaurios, de la misma editorial. Lo bien que se lo pasan combinando partes y pidiéndonos que les leamos la descripción resultante. Dan mucho juego.



Además se llevaron unos huevos de dinosaurio de propina porque también me hicieron gracia, así que para ellos fue un día lleno de felicidad y sorpresas.

Esa misma noche pusimos los huevitos en agua, pero tardaron muchísimo en nacer. Tanto que los tuvimos que sacar, llevar con cuidado a Madrid y volver a poner en remojo allí hasta que salieron del todo los bebés y cada peque se llevó el suyo envuelto en un pañito. ¡Lo que han tardado en secarse! Pero ya pueden jugar con ellos con normalidad y están encantados. Lo primero que hicieron cuando nacieron fue enseñarles la casa y al gato.










5 comentarios:

  1. ¡que buena pinta tiene el museo! el dinosaurio de la derecha lo tengo yo en casa, pero hace tanto que no lo ponemos a remojo que se ha quedado un poco chuchurrio, habrá que darle un bañito para que vuelva a recuperar la forma!!!

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    1. ¡¡Está genial para ir con niños!! Están graciosos los dinos jajaja Daniel baña el suyo todos los días

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  2. jajajaja ¡me encantan esos huevos! quiero unooooo jejeje hay unos muy similares de venta en gasolineras, los ví un día y me llamaron mucho la atención :) aunque creo q para mi.... son un poco "infantiles" jejeje pero me encantan :) ¡un dinobebe! :D

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    1. Síiii jajaja a mí también me encantan y tenías que ver como mecían a sus bebés dinos envueltos en los paños. Ahora se están secando y se van haciendo cada vez más pequeños. Me parto

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