Matando Zombis en Zero Latency

Qué mejor manera de quitarse el estrés diario que matar unos cuantos zombis. Y si ya hablamos de realidad virtual, con las gafitas, los cascos, una mochila con el ordenador y una habitación de 200 metros cuadrados para desfogarte  pegando tiros a diestro y siniestro ya suena a la repanocha. Eso pensé yo cuando vi el sorteo de Zero Latency de Madrid. ¡¡Sonaba demasiado bien!!

Y ¡sorpresa, sorpresa! Gané el segundo premio del 50% en mi sesión de desfogue a lo bestia. Yujuuuu. Se lo comenté a mucha gente, por si se querían apuntar y al final juntamos un grupito para echarnos unas buenas risas. Entre ellos, se animó Lydia, de Historia de Pitufines y Una madre en el dentista, y su marido, que tiene un canal de Youtube de videojuegos del que serán fieles seguidores mis dos churumbeles en cuanto se lo enseñe y que se llama The Big Miwel.

El día D a la hora H, nos presentamos todos allí deseando probar la nueva experiencia. El juego en sí son 30 minutos, pero necesitamos media hora más para que te den las explicaciones pertinentes, ponerte el equipo y prepararte. Hubo alguna exclamación de decepción cuando nuestra guía nos aclaró que no podíamos matarnos entre nosotros... Ni darnos culetazos, ni la violencia cuerpo a cuerpo... Ni nada de eso. De hecho, lo ideal era que ni nos acercásemos entre nosotros. Tampoco teníamos que tener miedo a darnos contra la pared porque cuando te acercabas a ella te salía una malla con el símbolo de prohibido. Estaba todo pensado.

Nos pusieron nuestros equipos y nos metieron en la sala para empezar el juego. He de confesar que las gafas me parecieron muy incómodas, pero en cuanto empezaron a salir zombis me olvidé por completo de ellas. El juego consiste en construir barricadas que obstaculicen el paso de las hordas asesinas (los muertos vivientes, no nosotros) y masacrarlas lo más rápido que puedas, antes de que te coman a ti. Te salen por todas partes, así que tienes que estar muy atento. Según dónde les des te dan más puntos o menos.

Enseguida me di cuenta de que ser bajita dificulta el juego. Tenía que alzar el arma para apuntar bien, pero si lo hacía se descalibraba, así que me pasé medio juego de puntillas. Cambiabas de arma en un botón que tenías que memorizar porque en la realidad virtual desaparecía y veías el tipo de arma que portabas (no la real), pero cuando lo intenté le di a otro y me apagué la pistola. Menos mal que nuestra guía vino en mi ayuda y me la volvió a encender antes de que me masacraran. Por cierto, que me mataron una vez. La guía nos había recomendado que en los diez segundos que dura la muerte nos moviéramos para no volver a morir de nuevo en el mismo sitio, pero estábamos en pleno ataque bestial zombi y tampoco vi muchos lugares mejores en los que estar.

Los zombis no daban mucho miedo, aunque sí intranquilidad. Había uno gordo que aparecía de vez en cuando y que era como una mula que ese sí que te helaba la sangre. Sobre todo porque era muy difícil de matar.

La experiencia nos ha molado un montón. Lo pasamos genial. Aunque sí que es verdad que la pistola pesa bastante (unos dos kilos si no recuerdo mal) y te deja el brazo un poco damnificado con tanta tensión. Eso o que ya estamos mayores, que también puede ser. Pero que nos quiten los bailao.