Con tanto cambio de temperatura mi niño tiene la nariz llena de moquitos. Da una pena terrible oírle respirar con dificultad. Raúl y yo hemos echado mano del soplamocos en un montón de ocasiones y lo único que hemos obtenido es un bebé berreante con muy pocos mocos menos.
El mayor problema que tiene ser madre es que la gente piensa que el conocimiento te viene por ciencia infusa en el momento mismo del parto y, por supuesto, no es así en absoluto. Yo me siento muy perdida a la hora de tratar a mi hijo, sobre todo el primer mes, y necesito toda la ayuda que me pueda dar la experiencia de otras madres, de la matrona y de mi pediatra. Pensaréis “¿Y a qué viene esta parrafada?”, pues al hecho de que al principio yo le sorbía los mocos a mi hijo a palo seco hasta que mi cuñada Marian me oyó decirlo y me instó a que usara antes suero para reblandecerlos. “Puedes hacerle daño si no lo haces así”. Podéis imaginar mi cargo de conciencia por todas las veces que le había sorbido la nariz a mi hijo de esta manera tan poco eficaz.
Y como siempre, ahora que comento mi caso a todo el que quiera aguantarme con las historias de Daniel resulta que todo el mundo lo sabía y pensaban que yo lo sabía. Pues no, nadie me lo había dicho y hasta entonces mi niño sufriendo. Así que les he rogado que cualquier nimiedad que piensen que se me pueda escapar, o no, me la comenten porque esto de ser madre primeriza es muy duro.
Aún con el truquito del suero a mi hijo se le saltan las lágrimas cada vez que le intento sacar esos mocazos. Y a mí me duele en el alma. Raúl dice que tengo que ser más dura, que es por el bien del niño y que no quiere ni pensar el día que haya que hacerle más daño al niño (cuando haya que ponerle una inyección por ejemplo). Supongo que con el tiempo me acostumbraré a sus lagrimitas y a su carita de “Mami, me has traicionado. Yo confiaba en ti”. Menos mal que los bebés no tienen memoria y al poco de pasar el mal rato consigo que vuelva a sonreír.
Mira, yo tampoco sabía que existía ese "suero" mágico...
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