viernes, 15 de enero de 2010

Quien hubiera dicho que el hombre de mi vida sería calvo y bajito

La frase que titula este texto la oí o la leí mientras me documentaba para ser mamá sin poner mucho interés. El tema niños nunca me ha atraído especialmente antes de Daniel. Por supuesto, el hombre de mi vida sigue siendo Raúl, pero he de admitir que sufro cierto deslumbramiento con el bebé que hace que a veces no lo parezca. Supongo que es la novedad. Pero que nadie se preocupe por mi maridito, porque le sucede lo mismo que a mí. Ahora sólo tiene ojos para Daniel.

Seguro que envidia el vínculo famoso que existe entre mi hijo y yo. O que dicen que existe porque el crío llora y llora y yo no tengo ni la más mínima idea de lo que le pasa, así que toca probar con todo. A ver ese pañalete, ¿tendrá hambre?, a lo mejor es sueño. Y probando, probando, con un poco de suerte encontramos el motivo. Aunque hay veces que con el pecho o el biberón ya se calla le pasara lo que le pasara.

Tampoco es que Daniel me prefiera a otros brazos. Sólo me quiere un poco más a la hora de comer por si le engancho un poquito al pecho, pero si es otra persona el que porta el biberón me abandona como un vil chaquetero sin una mirada atrás.


Así que si alguien lee esto y sabe en qué consiste realmente el vinculo famoso, que me lo explique porque este niño parece haber nacido sin ese sexto sentido de los bebés que les ayuda a distinguir a madre entre todos los demás.

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