Oígo llorar a Daniel y me pongo nerviosa. Hago todo lo posible porque se calme, pero no entiendo su idioma. Para más Inri, el otro día estaba berreando y empiezo con el círculo de posibles motivos, cuando, de repente, me suelta Raúl: "Déjale. Lo único que le pasa es que tiene un perreta".
Lo que me faltaba. Resulta que el que tiene la capacidad de traducir lloros en mi casa es el padre. Que ruina de madre soy. Menos mal que nos queremos, que es lo importante.
:-)
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