lunes, 18 de enero de 2010

Una noche histórica

Hoy se ha batido un nuevo record. Uno importante en la vida de Dácil. Daniel ha dormido ¡siete horas! Ni más ni menos. Nunca pensé que lo vería. Ni que lo disfrutaría. Pero la verdad que he dormido como un lirón hasta las cuatro de la mañana. A esa hora se ha despertado. Desde las nueve que estaba en la cama. Lo nunca visto.

Una gota no hace el oceáno, pero al menos da esperanzas. Probablemente esta noche no se repita y me dé una serenata estupenda que no me deje pegar ojo. Pero al menos ya sé que hay posibilidades de que lleguen tiempos mejores.

El domingo estuvimos en casa de Luis y Marta, mis cuñados, jugando a juegos de mesa con ellos y unos amigos. Estos últimos nos dijeron que habían estado siguiendo el método de un famoso libro, que hasta tiene su réplica en otro libro. Casualmente me prestaron ese libro y me lo he leído. Intentamos seguir la técnica hace algún tiempo, pero Daniel era muy pequeño y no funcionó. Sólo conseguimos que se cogiera la perreta de su vida y que no parara de llorar en toda la noche. Con el consiguiente insomnio de su madre.

Nuestros amigos nos aseguraron que a ellos les dio un resultado estupendo. Así que Raúl decidió ponerlo en práctica esa misma noche para acabar con mi problemilla de mal humor mañanero después de haber pasado una noche de perros. Y sin pereza ninguna se puso manos a la obra. El método consiste basicamente en dejar llorar al niño durante unos tiempos medidos que empiezan siendo de un minuto. Transcurrido ese tiempo debes ir a ver a tu niño y hablarle cariñosamente sin tocarle unos segundos. Después te vuelves a ir y vuelves a esperar.

Mientras tanto el niño se desgañita como un poseso y da una pena... Por la noche Raúl se puso manos a la obra mientras yo cocinaba la cena. Él entraba en la habitación con mucho ánimo mientras a mi me remordía la conciencia por dejarlo llorar así. Me decía a mi misma, que al niño no le pasaba nada, que ya había comido, estaba limpio, no tenía gases... Vamos, que lo que tenía era sueño. Y lo mejor para él (y para mí) era enseñarlo a dormir. Que sólo era una perreta. Pero aun así me dolía horriblemente oírlo llorar así.

El caso es que no hizo falta mucho tiempo para que se durmiera. Sorprendentemente a las 21 ya estaba sopas. Para gran alegría de sus padres. Aunque he de confesar que me sentó fatal la cena de lo mal que lo había pasado oyéndole berrear.

2 comentarios:

  1. Pues si que actúa rápidamente el método...

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  2. Si a tí te dolía es porque tu cuerpo reacciona ante el llanto de tu hijo... hazle caso a tu corazón...

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