sábado, 17 de julio de 2010

Antes con poco se apañaban

Es curioso como cambian las cosas con el tiempo. Antes los bebés no necesitaban tantas cosas como nos empeñamos en comprarles hoy en día.

Una madre de las de antes cambiaba a su hijo en cualquier mesa que le pillara, lavaba los pañales y le daba un simple besito a su bebé cuando este se hacía un chichón, para luego seguir con sus quehaceres con toda tranquilidad.

No armaba un estado de excepción en su propia casa con un completo sistema de medidas de seguridad estratégicamente colocado cubriendo cada posible peligro que aceche al bebé. Que si historias para que no pueda abrir los cajones, otras para que no se pille los dedos con las puertas, no nos olvidemos de tapar los enchufes, una barrera en la vitro para que no le salte el aceite en su cabecita (cuando lo mejor es no dejarle pasearse a su antojo por la cocina), productos para suavizar las esquinas... y un millón de cosas más.

Ahora rodeamos al enano de juguetes que acaba por no mirar. Seguramente se lo pasará bomba con el envoltorio o con cualquier basurilla que no haya costado ni un duro y que se encuentre por el camino, pero el carísimo muñeco multiactividades que a ti te hace tanta gracia solo valdrá para una par de ocasiones antes de que se canse de él. Aún así no puedo evitar seguir comprando juguetes con más ilusión que el propio Daniel. Que asco esta sociedad del consumismo.

Muchas veces vamos al parque, le rodeo de juguetes y él va directo a por la hojita más grande que ve en el suelo. Y ahí puede estar un buen rato, contemplándola y moviéndola con su manita.

En esta época del año pertrechamos al niño con flotadores adecuados para su edad, piscinita hinchable, bañadores-pañal (un inventazo del siglo XXI). Cuando antes es de suponer que, como mucho, los metían en la piscina a pelo.

Si es que las cosas han cambiado un montón. Y hay que admitir que en muchas cosas hemos mejorado en el cuidado del bebé. Por ejemplo: ¡Viva los pañales desechables!


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