Los padres también deben dedicar tiempo a la pareja. Es una realidad, pero a veces se hace muy cuesta arriba con el bebé por medio. Solución: deshacerte del bebé por unas horas. El plan parece perfecto. Te permite hasta salir a cenar olvidándote de los horarios del pequeñajo. Pero la realidad es muy distinta. La sensación aparece en el mismo momento en que mi suegra está despistando a Daniel para que nosotros podamos salir por la puerta sin escenita de llantos. Me siento muy rastrera por engañar así a mi hijo. Después pienso que si él quiere estar conmigo como puedo ser tan mala de abandonarlo en otras manos, que por otro lado le van a cuidar muy bien y le van a dar más mimos que su madre, que para eso están las abuelas, para malcriar a los nietos a base de besitos y alabanzas.
La escapada empieza mal. Como estoy un poquito triste lo comparto con Raúl y ya empiezo a amargarle a él también la salida. Aunque se lo toma con paciencia. Luego viene los "¿Estará bien?", "¿Habrá llorado mucho cuando se dio cuenta de que ya no estábamos?", "¿Y si le cuesta dormirse?", "Espero que haya cenado bien". Mi pareja ya empieza a poner cara de desesperación. Hemos dejado al niño con mi suegra para relajarnos y disfrutar de un rato juntos, pero como soy una madre histérica Daniel sigue omnipresente.
Entre mis lamentaciones y preocupaciones tontas áun nos queda un ratito para charlar de otras cosas y disfrutar de la cena a nuestra manera de nuevos padres. La verdad es que sólo lo hemos hecho una vez desde que nació Daniel, pero me sentí tan culpable...
Ahora que le tengo que dejar una semana en el pueblo al cuidado de Chari, no sé si sobreviviré a la separación. Raúl sonríe cuando me escucha y no dice nada, que va a decir. Hasta yo sé que es una tontería. Que el niño se lo va a pasar bomba, que su abuela le va a acuidar estupendamente, pero ¡y lo que le voy a echar de menos!
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