
El segundo se hizo de rogar, pero al fin apareció también. Se lo vi un día de perreta extrema. Me habían comentado que con el calor le iban a salir todos de repente y que el niño lo iba a pasar fatal. Si lo está pasando muy mal no lo sé, porque el pobre aún no se comunica muy bien y lo normal es que se pase el día jugando y sonriendo, pero, lo cierto es que ya han pasado unos cuantos días y ahí siguen los dos dientes en su soledad. Ningún otro se anima a acompañarlos. Con las ganas que tengo yo de que Daniel se pueda comer ya trocitos enteros de rica comida de verdad y variar de purés, que el pobre debe estar más que harto de siempre lo mismo, con pequeñas variaciones, eso sí (carne de ternera o pollo con las verduras que tengamos en la nevera en ese momento).
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