Ultimamente nos despierta por la noche un aullido desgarrador. Me levanto de la cama de un brinco y acudo a la cuna del bebé en un tiempo record. Le doy agua para calmar su sed, le acerco el chupete a la boca para que se tranquilice, le mezo... Pero el sigue berreando. Al final acaba levantándose tambien el padre y por pura desesperación le hacemos un biberón. Mano de santo. El niño se lo bebe y vuelve a los brazos de Morfeo. Y así llevamos unas cuantas noches.
No sabemos si es por el calor, que le hace cenar menos y luego las tripas le rugen. Menos mal que siempre están papá y mamá para enchufarle un biberón de madrugada. Aunque no veas las noches que nos está dando. Y los días como los pasamos, por lo menos yo. El padre es más resistente al sueño. Espero que cambie el tiempo y salgamos pronto de esta ola de calor (a mi entender llamada verano) y venga la ola del fresquito para que el enano vuelva a a engullir con ansia su cena y se quede bien llenito, rezumando leche por las orejas, y tranquilito en su cuna toda la noche.
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