Cada vez que toca salir fuera con Daniel tenemos que organizar una mochila o maleta con un sinfín de cosas que pensamos que vamos a necesitar. Y no son pocas cosas. Para empezar hay que tener cubierta la alimentación del pequeñajo. Hay que calcular si vamos a estar fuera una o dos comidas, aunque si es sólo una suelo llevar algo más por si acaso. Hay que llevar babero de sobra, porque se pringan de una manera asquerosa. El agua es un factor importante, porque a estas edades no pueden beber del grifo. Así que hay que cargar con agua mineral a donde vayas.
También tenemos que pensar en el tema pañales y sus derivados: cremas anti-irritaciones, toallitas húmedas, cambiador, cubrecamas... Que no se nos olvide una muda por si se mancha el bebé.
Es recomedable llevar algún juguete por si se da una ocasión que lo requiera. Por ejemplo, si a Daniel le da una perreta o se encuentra muy interesado en algo peligroso o con altas probabilidades de ser frágil. Los pañuelos de papel son imprescidíbles, sirven para salir de multitud de situaciones incómodas. Que no falte un gorrito por si acaso hace mucho sol. Y ahora que es verano no hay que salir de casa sin la crema protectora solar especial pediátrica. Casi nada. Acabas cerrando una maletita de bebé a punto de estallar.
Además, suelo añadir una chaquetita por si refresca, aunque estemos a 30 grados, y una mantita, que nunca vienen mal, aunque sólo sirva para ponerla en el cesped del parque e intentar que tu bebé se mantenga dentro de los límites (una misión imposible).
Y no te cuento nada si donde vamos es a la piscina. Entonces hay que añadir el poncho-toalla del bebé y los pañales-bañador. Parece que vas a desaparecer por quince días, pero todo es para un sólo día. A veces para unas horas.
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