El caso es que Daniel ha pasado a piscina grandota sin pasar por la típica colchoneta hinchable con paredes que le ponen a los bebés. Y ha sido todo un éxito. De hecho, en la piscina de bebés (que tiene muy poquita profundidad para que puedan gatear y sentarse con toda autonomía) se va directo a la parte honda para que su mami le coja en brazos y los arrastre por la superficie del agua como hago con él en la grande.
El problema de la piscina grande es que no me puedo meter con Daniel si voy sola, porque me da miedo tener que enfrentarme a una situación en la que necesite ayuda de alguien para que me sujete al crío. Por ejemplo al entrar o salir. Esas escaleras no permiten que vaya con Daniel en brazos mientras las estoy usando. Así que se tiene que conformar con caminar de un lado a otro de la piscina para pequeños esquivando a los niños más grandes. Y no veáis que soltura.
Le encanta chapotear y remojarse. Lo mejor de todo es que al terminar está agotado y suele tener unas ganas inmensas de irse a la cuna. ¿Se puede pedir mas? Aunque para mi también es una paliza y cuando llego a casa comparto al cien por cien sus ganas dormir y su agotamiento.
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